De visitante somos un asco muchachos. Sacando el oásis en Tucumán donde Leguizamón se transformó en Vinicius, después o no pateamos al arco, o nos inclinan la cancha, o nos tiramos excesivamente atrás como si cada rival fuese el Bayern Munich. A veces tenés suerte y ganás de pedo como a Banfield, pero eso no nos pasa casi nunca a nosotros, siempre son partidos malísimos donde nos tenemos que conformar con el empate.