http://www.youtube.com/watch?v=JEHcFnimZ2YSiempre, en sus muy diversas etapas, el flaco represento lo que a los ojos de la primera generación de músicos, los de La Cueva, significa el rock: una expresión artística profunda. Búsqueda sonora, espiritualidad, potencia, mestizaje, experimentación permanente.
Compartimos el privilegio de pertenecer a la camada que escuchó a los Beatles en tiempo real, cuando cada disco era una sorpresa absoluta; a Jimi Hendrix, que usó la guitarra como un abrelatas cerebral; a Bob Dylan, que dijo todo lo que era necesario escuchar en el momento justo; a John Lennon, que aprovechó la popularidad como una herramienta en su batalla por un mundo más humano.
El Flaco era como Pablo Picasso, siempre cambiante, siempre a la vanguardia, basado en su propia exploración. Nunca a la moda, nunca pendiente del qué dirán. Para mí, conocerlo en 1967, cuando él tendría 17 años y yo 20, fue encontrar, encarnada, la idea de El Artista. El tipo que persigue su propia estrella, que inaugura su lenguaje musical y poético, y por eso es luminoso, casi transparente. Porque hay que decir que Luis Alberto Spinetta siempre fue magnético, encendido. Aún adolescente, con esa aura de efebo de Botticelli que lo rodeaba, esos gestos cómicos, ese humor payasesco tan absurdo y tan natural que tuvo siempre.
El mundo de Luis también estaba lleno de luz, no sólo su poesía. Almendra, un grupo de amigos, ensayando en la gran habitación delantera de la casona de la calle Arribeños, el barrio tranquilo con sus calles de adoquín y sus veredas silenciosas, los ravioles de la mamá Spinetta, Ana (la hermana de Luis) jugando en el patio. Un clima familiar que permitió el aterrizaje de nuestras eléctricas neuronas anfetaminizadas, quemadas por un reviente que ya empezaba a perder el rumbo. Algunos pudimos ver que en ese ámbito de familia y pájaros en los árboles del Bajo Belgrano había una enseñanza que nos hacía falta a los "náufragos del Centro".
Luis lo refugió a Tanguito en sus noches de divague, lo admiró a Pappo, aprendió a soltar las palabras con Miguel Abuelo, lloró escuchando a Moris, tembló con la poesía láser de Javier Martínez, tuvo a Litto Nebbia como su maestro de beat criollo. Pero todos supimos que él ya era un grande, desde chico. Yo recuerdo cuando lo escuché componer "Figuración" con una criolla, y quedé anonadado. Esa poesía, ese "perder la cabeza" era lo que estábamos buscando, Miguel con su "Haz tu cabeza estallar", Javier con su "Porque hoy nací", Tanguito con su "Natural", yo con "Las cosas que yo veo son cosas sin historia, sin tiempo, sin memoria.". Y lo cantaba un chico de 17, sin anfetaminas, sin locura, sin paranoia. Lo cantaba desde el despertar al universo al que después describiría como "mágico y misterioso mundo". Para mí fue como un bálsamo, como refrescarse en un manantial de agua límpida: descubrir que todo el naufragio que habíamos llevado al extremo no era el camino, que el camino estaba adentro.
-Pipo Lernoud
El mas grande de todos. No digo nada mas porque las palabras sobran.