Es lógico, cuando uno tiene los ojos vendados no puede ver más allá de la venda.
Esa era una tarde especial, los rayos del sol golpeaban como latigazos sobre la piel de las personas sin rostro que caminaban por las veredas de la calle, todos los autos sin ningún tipo de marcas surcaban la avenida a la misma velocidad, y el viento mecía las hojas verde manzana de unos árboles mucho más altos de lo normal.
Caminando en sentido hacia la calle más comercial venía ella, con un paso constante y tranquilo, caminaba evitando pisar las franjas de las baldosas, lo hacía porque... bueno, él también lo hacía y era una particularidad suya que le llamaba siempre la atención cuando veía caminar a los demás. En fín, ella caminaba, su rostro parecía aparentar como si estuviese pensando algo, sin embargo no pensaba en nada, él todavía no lo había pensado. Ella era hermosa, de baja estatura, pelo castaño, unas insinuaciones de pecas que solo podían ser apreciadas a corta distancia, ojos marrones, vestía una musculosa blanca y un jean corto azul gastado, era más joven que él porque... bueno, uno siempre lo imagina así.
La chica de pelo castaño seguía caminando con pasos como furiosos pero suaves, ondeando sus manos despreocupadamente hacia adelante y atrás intercalando brazo izquierdo y derecho, cuando de repente, sin que pareciera haber una precedencia, sin un pasado causante de que él se encontrara allí, él apareció, parado, estático frente a la puerta de aquel edificio, mirando para donde ella venía, sin dudas fue una aparición sorpresiva, y sin embargo... a ella pareció no importarle, y de hecho no le importó, pasó junto a él sin percatarse, sin darle más importancia de la que se le da a un poste de luz o a un árbol cuando se está caminando, a pesar de su indiferencia, y aunque no lo supiera, él era demasiado importante para ella, demasiado.
Una vez que lo dejó atrás por unos metros él sonrió para si mismo y empezó a llevar a cabo su plan, dió media vuelta y le gritó:
- Hey, vos.
Ella no se inmutó, siguió caminando exactamente igual a como lo venía haciendo como si no hubiera escuchado nada aunque lo había hecho.
- Hey... disculpá -insistió el joven.
Acto seguido ella detuvo su paso, pareció desorientarse por unas décimas de segundo, y se dió media vuelta, las nubes se detuvieron.
- ¿Me hablás a mí?
- Por supuesto que te hablo a vos, ¿ves a alguien más?
Como por acto reflejo giró su rostro hacia un lado y hacia el otro y era cierto, no había absolutamente nadie más en la calle, es decir, no se podía ver a nadie a lo lejos, mucho menos a lo cerca, no pasaba ningún auto, tampoco perros, ni pájaros, ni insectos, era como si de repente ellos dos fueran las únicas personas que habitaban sobre la tierra, y por extraño que pueda sonar ella seguía sin tomar noción de eso hasta que él se lo destacó.
La chica de pelo castaño inspeccionó por unos breves segundos el rostro del muchacho, no le veía cara conocida, y para aclarar su duda inquirió.
- ¿Te conozco?
- Pregunta difícil de responder, aunque lo más lógico sería decir que no. Sin embargo yo si te conozco muy bien.
Ella se asusto, ¿cómo no hacerlo? aparece un extraño que te detiene en la calle, dice algunas oraciones un tanto absurdas y luego dice que te conoce. Sentir miedo parecería bastante razonable, y ella lo sintió.
- Ah... bueno, me tengo que ir, chau.
Acto seguido dió media vuelta y enfiló su rumbo para donde se dirigía ántes de ser interrumpida esperando que apareciera alguien más deambulando por las aceras para sentirse más segura.
- Se te ve muy apurada, ¿a dónde vas? ¿puedo acompañarte?
Ella no contestó y apuró el paso para alejarse, el abrió los brazos como reclamando algo y dijo en un tono alto que quebró el silencio:
- No me tengas miedo de mí, de hecho deberías tener miedo de otras cosas... por ejemplo de que no tengas idea de a donde estás yendo tan apurada.
Ella lo escuchó, y pensó:
- Dios, está loco, por favor, ¿qué es eso de que no se a dónde...
Y se detuvo, entonces un escalofrío le recorrió los nervios con velocidad de rayo, y en un segundo se puso blanca como una de esas nubes que ya no había en el cielo.
- Te diste cuenta eh. -dijo él- Peor aún te vas a poner cuando pienses de donde venís y llegues a la conclusión de que no lo sabés, y que no me viste cara conocida porque, de hecho, si trataras de recordar un rostro conocido verías que no podés hacerlo, porque no recordás a nadie. Es lógico, cuando uno tiene los ojos vendados no puede ver más allá de la venda.
El miedo es una sensación bastante desagradable, pero peor aún que el miedo en estado puro es el miedo mezclado con incertidumbre, y esa mezcla es la que estaba experimentando la chica de pelo castaño en ese instante.
- ¿Quién sos?- con aquella pregunta quería matar algo de esa incertidumbre y apaciguar un poco el miedo latente que crepitaba en sus labios pálidos pintados de carmesí.
- ¿Quién soy? Es difícil de decirlo, es decir, yo soy quien decide si es de día o es de noche, si hace frío o calor, si hay gente o hay vacío... desde tu óptica podría decirse que soy Dios, porque después de todo si vos estás acá es porque yo lo decido y en cuanto yo lo quisiera dejarías de ser.
La incertidumbre no cesó, pero el miedo se vio bastante apartado por otra emoción, una que empujó al resto de las emociones a un lado, se puso en primera fila y la hizo estallar, esa emoción era la ira.
- Flaco ¿Podés dejar de hablar como un loco y me podés explicar por qué me decís todas esas cosas? ¿Por qué no se de donde vengo ni a donde voy? y ¿por qué no me acuerdo absolutamente de nada?
El sonrió, fue como si le hubiese gustado esa exasperación, y claro que le gustó, después de todo el la pensó antes que ella, le gustaba como se le tornaba el entrecejo y ese tono rubor cuando se enojaba.
- Bueno, está bien, resumiendo el asunto... vos, ¿cómo puedo decirlo sin que duela?... podría decirse, desde algunos puntos de vista, que vos no existís, que no sos real. Todo lo que estás viendo, todo lo que te rodea, escuchás, olés y sentís, este árbol, éste edificio, el suelo y el cielo, absolutamente todo, todo eso es nada, porque nada está ahí de verdad, o sí lo está, es tan relativo como vos lo quieras pensar. Nada está ahí porque todo esto es pura y exclusiva obra de mi imaginación, vos sos un personaje que estoy pensando en este mismo momento, de hecho yo tampoco estoy acá, soy una representación casi omnipotente de mi mismo dentro de mi cabeza. Y digo casi omnipotente porque a pesar de que decido todo lo que va a pasar no puedo experimentar nada de manera total, yo no tengo sentido del olfato, ni del tacto -tomo unos guijarros del suelo y los apretó moviéndolos entre su dedo índice y pulgar- ... sólo imagino, veo y escucho. En cierta medida ese límite creo que es lo único que me desanima de estar siempre en este mundo.
Por supuesto ella no le creyó una sola palabra, es decir, no es lógico, no es razonable... ¿quién le creería a un desconocido que se te aparece por la calle y te dice que es Dios? Esa desconfianza se hizo manifiesta en la cara que puso, se rió un poco y lo hizo porque si había algo que le gustaba más que su cara enojada era su cara con una sonrisa en la boca, el ascenso de sus mejillas y el blanco perla de sus dientes reflejando el infinito. Él sabía que ella no le creía porque el no quería que ella le creyera, no tan fácil, quería que fuera más difícil de convencer.
- ¿No me crees? ¿Hace calor no? ¿El sol está insoportable? ¿Te gustaría que fuera de noche? -entonces el chasqueó los dedos, lo cual lo hizo sólo para agregar un toque de actuación al asunto porque era totalmente innecesario, y de repente todo era noche- aún así sigue haciendo bastante calor todavía, ¿y si nevara? a todos les gusta un poco de nieve -acto seguido empezaron a caer copos de nieve, pero no hacía frío ¿qué tan lógico es eso?
Fue en ese preciso instante en que ella lo supo, una lágrima empezó a nacer en su ojo derecho y asomó con saltar de la cornisa de su parpado, había tomo noción de su insignificancia, de su inexistencia.
- No pienses eso -dijo él.
- ¿Qué? -y lo miró mientras la lágrima se suicidaba deslizándose al vacío a la vez que el cuerpo le temblaba en un éxtasis de tristeza y soledad.
- Que no existís. La existencia es relativa, ¿qué hace que el mundo en el que yo siento todo exista más que éste mundo en el que vos lo haces? ¿Por qué ese es más real que este? ¿Quién lo dice? Tal vez todos sean tan reales como el anterior, tal vez haya infinitas realidades, o quizás no haya ningún mundo real en realidad.
Ella sintió aun más furia hirviendo en sus venas, estaba indignada por el lastimoso consuelo ofrecido por el joven y dijo con voz colérica:
- Es muy fácil para vos decir ese discurso para consolarme -se atragantó con su sollozo y siguió- vos no sos el que vive en un mundo imaginado por otra persona que decide todo lo que vos vas a hacer.
El rió, con una risa breve y un tanto sarcástica que extrañó y ofendió mucho a la chica de pelo castaño.
- ¿Qué se te hace tan gracioso?
- Nada... es que... yo ya estuve en tu lugar y dije exactamente lo mismo... yo también me crucé con mi Dios.