No es justo comparar las trayectorias de Messi y Maradona por varios motivos. En primer lugar porque la carrera del rosarino (hasta ahora brillantísima, de las mejores de la historia sino la mejor) no ha terminado, y segundo porque los tiempos del fútbol que les tocó a ambos son totalmente distintos.
Es cierto que Messi no ha sido decisivo en la parte final de este Mundial, pero algunos ataques y críticas que se leen hacia su persona me parecen totalmente desmedidos. Además de ganar todo lo que ha ganado (14 títulos locales y 9 internacionales con el Barcelona) en su club, de los goles que ha marcado (381 con la camiseta blaugrana, el número uno), de las marcas de todo tipo que ha batido, Messi es un perfecto embajador de su país por todo el mundo. En España siempre ha mostrado un compromiso y una lealtad hacia la Albiceleste fuera de toda duda, y su sacrificio por el grupo siempre ha sido encomiable cuando ha jugado con su Selección.
El otro día, después de terminar el partido contra Alemania, un amigo que conoce de mis grandes simpatías por Argentina me dijo que ojalá Messi hubiera decidido jugar con España, ya sería campeón del mundo y se habría ahorrado leer de muchos de sus compatriotas tantos reproches.