Autor Tema: Se conmemora 99 años del genocidio armenio  (Leído 1548 veces)

Desconectado Tincho17

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El genocidio armenio fue la deportación forzosa y exterminio de un número indeterminado de civiles armenios, calculado aproximadamente entre un millón y medio y dos millones de personas, por el gobierno de los Jóvenes Turcos en el Imperio otomano, desde 1915 hasta 1923.


A 99 años, Armenia todavía reclama

Entre 1908 y el fin de la Primera Guerra Mundial, en noviembre de 1918, gobernaron el Imperio Otomano los llamados Jóvenes Turcos, liderados por Isnail Envar; a casi 100 años, el hecho que más se recuerda de ese período es el Genocidio Armenio.
Este grupo, compuesto en su mayoría por jóvenes oficiales del Ejército turco y estudiantes universitarios, fue una nueva respuesta política, con una marcada impronta nacionalista, que terminó de derribar el anquilosado sultanato de Abdul Hamid II.
Envar, que vió con tristeza cómo el Imperio había perdido Grecia, Serbia y Bulgaria, se dijo que con la población armenia no pasaría lo mismo.
El líder de los Jóvenes Turcos supuso que una sublevación popular de corte nacionalista dentro de los límites de su Imperio buscaría crear la nación Armenia y optó por deportar a sectores importantes de la población de esa etnia hacia Anatolia (península ocupada actualmente por la parte asiática de Turquía) Sudoriental.
El 24 de abril de 1915, las autoridades otomanas detuvieron a 235 miembros de la comunidad de armenios en Estambul; toda la elite política, cultural y eclesiástica fue arrestada y, posteriormente, asesinada. En los días siguientes, la cifra de detenidos ascendió a 600.
Posteriormente, el gobierno central expulsó a toda la población armenia sin posibilidad de cargar víveres, en una marcha forzada por cientos de kilómetros atravesando zonas desérticas.
La mayor parte de los deportados murieron víctimas del hambre, sed y privaciones, a la vez que los sobrevivientes fueron robados y violados por los gendarmes turcos que debían protegerlos.
Más de un millón de armenios fue enviado a distintas regiones de Anatolia, a Mesopotamia y a lo que actualmente es Siria.
El genocidio armenio significó, hasta 1923, la deportación forzosa y el exterminio de un número indeterminado de civiles armenios, calculado aproximadamente entre un millón y medio y dos millones de personas.
Cuando el pueblo armenio fue aniquilado por los turcos no existía la palabra genocidio, que fue creada después por Rafael Lemkin, un jurista polaco de familia judía.
El profesor francés Bernard Bruneteau agregó en ese sentido que "para Lemkin, el genocidio iba más allá de la eliminación física en masa, que a su juicio era un caso límite y excepcional; consistía, más bien, en una multiplicidad de acciones destinadas a destruir las bases de la supervivencia de un grupo en cuanto grupo".
El Gobierno de Ankara, en tanto, sostiene que desde 1864 a 1922 4,5 millones de musulmanes otomanos fueron expulsados de sus hogares en los Balcanes, el Cáucaso y Anatolia, lo cual para Turquía constituye un punto ciego de la historia occidental.
Turquía no niega el "sufrimiento de los armenios", pero rechaza que se presenten los hechos como un genocidio por no ser, desde su punto de vista, ni legal ni históricamente cierto.
En este sentido, el Gobierno turco propone crear una comisión mixta integrada por historiadores turcos y armenios para estudiar los acontecimientos de 1915, con la base de los archivos de Turquía, Armenia, otros países y grupos revolucionarios armenios.

http://www.telam.com.ar/notas/201404/60451-tras-99-anos-armenia-aun-reclama-ante-turquia-por-el-genocidio.html

"¿Sabes que somos nosotros, flaco? Somos como esos camboyanos que a pesar de todo, se meten en la selva y la siguen peleando"- Luis Malvarez.
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Vi los afiches

Muy fuertes

Hoy vi a un de con una campera y un pin de armenia
los quiero mucho saben, estoy feliz estar acá con todos uds gracias de corazón con uds aprendí mucho.
By Quequey
ELIAN PRESENTE

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No dice nada, pero agrego que ls mayoría eran chicos y mujeres. Unos hijos de puta los turcos

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No dice nada, pero agrego que ls mayoría eran chicos y mujeres. Unos hijos de puta los turcos

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no se es campeon en primera sumando mensajes por sumar,sino pensando lo que se pone

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Hace muchos años conozco este genocidio.

Tanto este como el holodomor, no son ni mencionados, el que vende es uno solo.

les doy un dato importante del genocidio armenio. Fue promovido y financiado por "Alexander Israel Parvus" un comunista con poder en la época.
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Desconectado christian_cuervo_lugano

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Desconectado Tincho17

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Y lo bien que hicieron
eh?

Hace muchos años conozco este genocidio.

Tanto este como el holodomor, no son ni mencionados, el que vende es uno solo.

les doy un dato importante del genocidio armenio. Fue promovido y financiado por "Alexander Israel Parvus" un comunista con poder en la época.
Como es eso de Parvus?
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Desconectado christian_cuervo_lugano

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Ah, pense que defendías el genocidio  :tongue:
no, obvio que no, cuervo

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EL HOMBRE DE LAS MIL CARAS

Esta es una historia de un hábil hombre de negocios a veces limpios, de un millonario militante de la Segunda Internacional, de un judío ruso que era agente alemán y probablemente británico, de un consejero de los Jóvenes Turcos, de un traidor múltiple y a la vez de un camarada fiel, de un hombre respetado por su inteligencia y despreciado por su falta de escrúpulos. Si aclaro que todos esos hombres son uno solo, creo que comprenderán mi interés por una historia que ¡lo tiene todo! y que incluso invita a reflexionar sobre la relación entre medios y fines en la política, así como sobre la tendencia de los primeros a disociarse de los últimos y convertirse en fines en sí mismos. Con ustedes, Alexander Parvus, un hombre fascinante de una época fascinante.

"Ci sono grossi ideali in gioco. [Pausa para masticar la comida]. Si possono fare un sacco di soldi" (1). "Mediterráneo", filme de Gabriele Salvatores. Oscar al Mejor Filme en Idioma Extranjero 1992.

 DEL JUDAÍSMO AL SOCIALISMO Y DE RUSIA A ALEMANIA

Aleksandr Izrail Lazarevich Gelfand (2) (imagen de la derecha) nació en el seno de una familia judía el 8 de setiembre de 1867 en Berezino, hoy parte de la República de Belarús y entonces, del Imperio Ruso. No creció en dicha ciudad, sino en el puerto ucraniano de Odessa, sobre el Mar Negro, una ciudad donde había una colectividad judía muy importante, inclinada a expresar su frontal rechazo al autoritarismo y el antisemitismo oficiales través de la adhesión a ideales de izquierda. Aleksandr se sintió atraído por ellos desde muy joven y, tras doctorarse en filosofía en Basilea, Suiza, decidió radicarse en Alemania y unirse a su poderoso partido socialista. Cuando comenzó a trabajar como periodista en medios cercanos a la agrupación, adoptó el seudónimo literario de Alexander Parvus.

Su trabajo le sirvió para conocer a importantes líderes de la izquierda europea como Lenin, León Trotsky, Gueorgui Plejánov, Rosa Luxemburgo y Wilhelm Liebknecht. Pronto se reveló como un intelectual sumamente agudo: prefigurando la explicación de los ritmos del capitalismo debida a Josef Schumpeter y contra sus propios escritos de unos años antes, señaló en 1901 que, con la maduración de determinadas áreas de la economía (debidas a nuevas tecnologías y al aumento del comercio internacional y de las transacciones financieras globales) "el capital inicia un período de avance extraordinario". Semejante tesis bordeaba la herejía para un marxista, supuestamente convencido de la inevitable declinación del capitalismo, pero fue una adecuada previsión de un ciclo de crecimiento global que sucedió a la Depresión de 1873-1896 y se prolongó hasta el comienzo de la Gran Guerra de 1914 . (La cita, de aquí).

Su análisis de la Guerra Ruso - Japonesa de 1904-1905 fue también extraordinariamente penetrante: contra la creencia general de toda Europa, afirmó que Rusia perdería la guerra y que, a consecuencia de ella, se vería afectada por un estallido revolucionario. La perspicacia del enfoque no sólo le dio un enorme prestigio en los círculos socialistas (su amigo y discípulo Konrad Haenisch lo llamó "la mente más brillante de la Segunda Internacional") sino que también renovó la atención de otros viejos lectores, los servicios secretos del Imperio Alemán, que consideraban a Rusia como a un muy probable enemigo futuro. Desde que escribiera sus primeros artículos, Parvus era un hombre a quien convenía seguirle los pasos.

Y por lo pronto, quien lo hiciera detectaría con facilidad dos debilidades que se llevaban mal con la militancia en los austeros partidos de los trabajadores: la buena mesa y la compañía femenina rentada. Para cultivar ambos placeres de la carne hacía falta dinero, un dinero que no le sobraba. Todavía.
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DE FUGA EN FUGA

A partir del análisis del conflicto ruso - japonés, Parvus desarrolló la idea de que se podía usar una guerra contra un enemigo exterior para provocar una revuelta interior, y también sentó las bases del concepto de "revolución permanente" que desarrollaría su amigo Trotsky. Tras la derrota rusa, volvió a su país natal usando falsos pasaportes austrohúngaros, y participó en la Revolución de 1905. La intentona fue un fracaso, pero esto no lo desanimó: aprovechando la crisis que la derrota había causado en la economía y en la confianza de la población, Parvus publicó un artículo, en diciembre de ese año, en el que anticipaba un inminente colapso. El análisis partía de datos reales pero era notablemente exagerado: la intención de su autor, sin embargo, no era describir adecuadamente el estado de las finanzas de la odiada autocracia de los Romanov, sino desatar una corrida bancaria y crear condiciones propicias para una nueva revuelta (3). Nuevamente fracasó, y en 1906 fue arrestado y condenado a cumplir tres años de exilio interno en Siberia. Logró escapar a Alemania: no sabía entonces que nunca más podría pisar el suelo de su país de origen.

Al regresar a Alemania, escribió un libro, "En la Bastilla Rusa durante la Revolución ", a partir de sus experiencias en las cárceles zaristas. Por ese entonces sobrevino un acontecimiento decisivo en su futuro. Parvus tenía un acuerdo con el escritor marxista ruso Máximo Gorki para administrar el producto de los derechos de representación teatral de su obra "Los bajos fondos". La obra superó las 500 representaciones y arrojó un considerable beneficio de 130 mil marcos oro alemanes, que Gorki había decidido ceder, en su mayor parte, al Partido Social Democrático de Rusia, reservándose para sí apenas un 25 %. Pero cuando los socialistas rusos necesitaron el dinero... éste no estaba disponible. Gorki estuvo a punto de demandar a Parvus por estafa, pero fue disuadido por Rosa Luxemburgo, que lo convenció de que esa disputa judicial era un desastre para la reputación del partido.

DE BERLÍN A ESTAMBUL

Parvus se radicó en Estambul, donde residió por cinco años. Allí se enriqueció notablemente con el comercio de armas y suministros durante las sucesivas guerras balcánicas que comenzaron en 1912 y que serían el preludio de la Gran Guerra. Para ello fue vital su estrecha vinculación con los Jóvenes Turcos, un movimiento nacionalista que buscaba revitalizar la reliquia desfalleciente que era el Imperio Otomano: se convirtió en editor de su diario, Turk Yurdu, y en el principal asesor político y financiero de los jefes del movimiento, conocidos como el triunvirato de los Pashás (Enver Pashá - el mismo de "La casa dorada de Samarcanda" de Corto Maltés - Talat Pashá y Cemal Pashá) así como de su ministro de Finanzas, Djavid Bey (4). Sus excelentes contactos no se limitaban a la elite otomana: también era socio de la compañía alemana Krupp. y de la británica Vickers. Esto despertó automáticamente las sospechas de que, además de ser muy hábil para conseguir socios, Parvus colaboraba con los servicios secretos de Su Majestad.

PARVUS, LA GRAN GUERRA Y LA REVOLUCIÓN

Desatada la Gran Guerra en el verano europeo de 1914, y con ella las hostilidades entre Alemania y Rusia, Parvus vio llegar una oportunidad de oro para derribar al odiado régimen zarista: hizo llegar al Estado Mayor alemán, a través del embajador en Estambul, Barón Hans Freiherr von Wangenheim, un plan para paralizar a Rusia mediante una huelga general. financiada por servicios secretos del Káiser.

Esto merece una consideración especial. La colaboración entre los círculos revolucionarios rusos y el retrógrado Imperio Alemán podía resultar paradojal y hasta inverosímil (además de muy desagradable para las convicciones de ambas partes) pero no carecía de lógica: convenía al propósito alemán de derrotar o, al menos debilitar a su gigantesco enemigo, y convenía a los propósitos bolcheviques de tomar el poder. Para Lenin y otros socialistas radicales, la guerra no era más que un inútil conflicto interimperialista al que habían llamado, infructuosamente, a boicotear: los trabajadores europeos, en vez de masacrarse entre sí para beneficio de sus respectivas burguesías parasitarias, debían unirse para acabar con el capitalismo. En este marco conceptual, la derrota militar de Rusia era el mal menor: la caída de la autocracia zarista era el primer episodio de la revolución mundial de los trabajadores. ¿Qué importaba la derrota si, más temprano que tarde, los camaradas alemanes se harían con el poder en Berlín?

Por cierto, Parvus (imagen de la derecha) no sólo recomendaba apoyar a los bolcheviques, sino también fomentar brotes separatistas entre las minorías étnicas oprimidas por el imperio zarista, como los finlandeses, los polacos, los ucranianos y los georgianos. Los alemanes hasta le dieron un nombre a esta política de fomentar revoluciones en la retaguardia de sus enemigos: Revolutionerungspolitik, un enfoque que pronto comenzaron a aplicar con los irlandeses (por entonces todavía forzados a ser parte del Imperio Británico) y que sus enemigos replicaban con pueblos sojuzgados por Berlín y sus aliados como los checos y eslovacos o los árabes (por caso, a través del legendario Lawrence de Arabia).

Von Wagenheim ayudó a Parvus a viajar a Berlín, adonde llegó el 6 de marzo de 1915. El plan fue aceptado, y entonces Parvus pasó a Suiza en mayo de 1915. Allí, según el espionaje austrohúngaro, se dedicó primero a canalizar millonarios fondos alemanes para financiar diarios publicados por exiliados rusos en París. En Berna hizo contacto con un receloso Lenin (5) quien, pese a reconocer su utilidad, desconfiaba de sus intenciones y trató de evitar el trato directo todo lo que le fue posible. Parvus le ofreció financiamiento, y llegó a planear con Lenin la ruta de los fondos, a través de fachadas como el Instituto para el Estudio de las Consecuencias Sociales de la Guerra, que Parvus estableció en Copenhague, en la neutral Dinamarca. Propuso asignarle el manejo de la operación a Nikolai Bujarin, pero Lenin dudaba de su capacidad y discreción, y entonces propuso a Yakov Ganetsky, Karl Radek y Moisei Uritsky.

Parvus también montó una compañía de comercio exterior que sirvió de pantalla para el envío de información y de fondos: lavaba dinero de los servicios secretos alemanes comprando mercancías en Europa Occidental, que luego vendía en Rusia. La operatoria fue muy eficaz, y además de alcanzar sus fines, hizo a su cerebro aún más rico. Pero la vinculación de Ganetsky con el tráfico de armas llamó la atención de los siempre eficientes servicios secretos británicos, quienes pronto detectaron sus conexiones con Parvus y con la embajada alemana en Estambul. Cuando Lenin se dio cuenta de que se había descubierto que estaba siendo financiado por los servicios del Káiser, ordenó suspender la operación. Por lo que se sabe, Lenin no llegó a recibir el dinero: las pruebas que se han esgrimido en ese sentido, los Documentos Sisson, son considerados una falsificación debida a los separatistas finlandeses, ansiosos de conseguir apoyo de Estados Unidos para su independencia de Rusia. (Haciendo clic aquí, se puede leer un artículo del New York Times del 21 de setiembre de 1918, donde el propio Sisson los transcribe y comenta. Está, obviamente, en inglés).

La reputación de Parvus sufrió otro golpe en 1916, pero esta vez entre los alemanes. En el invierno de ese año fracasó una operación coordinada por él para desatar una corrida bancaria en San Petersburgo, y a consecuencia de ello, los servicios secretos le retiraron su apoyo. Entonces fue a buscarlo en la Marina germana, que le aceptó un plan para debilitar a la flota rusa del Mar Negro mediante una serie de sabotajes. El éxito le permitió recobrar su prestigio, y entonces vino un golpe de suerte.

Tras una sucesión de desastres militares, amotinamientos de tropas y protestas masivas, el Zar Nicolás II decidió abdicar el 15 de marzo de 1917. Lo sucedió un gobierno provisional centrista, encabezado por Aleksandr Kerenski, que cometió el tremendo error de continuar una lucha irremediablemente perdida. El Estado Mayor alemán decidió que era un momento ideal para aplicar el plan de Parvus, y lo llamó para que sirviera de contacto con Lenin. Pero esta vez no se trataba de financiar sus actividades, sino de algo mucho menos comprometedor para ambas partes: dejarlo cruzar Alemania en su camino de regreso a Rusia desde Suiza. Lenin aceptó tras algunas vacilaciones (pensaba que, al llegar a Rusia, sería arrestado de inmediato, algo que no sucedió) y, por su parte, el Estado Mayor le puso como condición que no hablara con socialistas alemanes. El tren partió de Suiza el 8 de abril y, tras un par de combinaciones vía marítima hacia y desde Suecia, Lenin y una veintena de sus compañeros llegaron a San Petersburgo (entonces Petrogrado) en la noche del 16. Antes de cumplirse siete meses, estaba en el poder.       
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Desconectado cuervo.vikingo

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EL ÉXITO FUE EL FRACASO

Visto el posterior éxito de la apuesta, uno podría suponer que el prestigio de Parvus se acrecentó enormemente: sucedió todo lo contrario. Lenin nunca le perdonó haberlo enredado con los reaccionarios generales prusianos y no le dejó retornar jamás a Rusia, y por su parte, los socialistas alemanes lo consideraron un traidor: para ellos, como es fácil de entender, su principal preocupación no era derrocar al Zar sino a su enemigo, la disimulada dictadura militar que gobernaba Alemania tras reducir al Káiser a la condición de títere. Sin embargo, y pese a estas severas y casi unánimes imputaciones de deslealtad, justo es decir que jamás hubo prueba alguna de que Parvus hubiera entregado a un camarada a las autoridades de ninguna nación.

En marzo de 1918, Lenin pidió la paz a Alemania y sus aliados: así Rusia salió de la guerra europea, pero sólo para caer en una guerra civil todavía más cruel y desesperada. A fines de 1918 se derrumbaron las Potencias Centrales, al Káiser le llegó el turno de la abdicación al igual que el Zar Nicolás II (que, para ese entonces, ya había sido ejecutado junto con toda su familia) y los socialistas alemanes se lanzaron a imitar a sus camaradas rusos. Pero Alemania no era Rusia: los propios socialdemócratas de Fiedrich Ebert y Gustav Noske, compañeros de partido y de lucha antes de la guerra y en el poder debido a ella, desataron una brutal represión que se cobró la vida de miles de revolucionarios, entre ellos la de Rosa Luxemburgo.

DAS KAPITAL Y EL CALEFÓN

Inmensamente rico y todavía joven (apenas había pasado los 50 años) Parvus se compró un castillo en las afueras de Zürich, la ciudad de su juventud. Allí dio rienda suelta a un apetito libertino que horrorizaba a sus ascéticos camaradas de antaño: organizaba fastuosas cenas que, invariablemente, terminaban en orgías escandalosas; fue por esa razón que los suizos lo deportaron a su patria de adopción. En 1920, y con la salud quebrantada, se retiró a vivir a una mansión situada en las afueras de Berlín, en la Isla del Cisne. La misma tenia 32 habitaciones, además de un mayordomo, un ejército de criados de librea y un chef a su exclusivo servicio. Parvus, el amigo de Trotsky, el antiguo prisionero del Zar, hasta estableció una rigurosa etiqueta propia para todos aquellos que quisieran visitarlo. Que, por cierto, eran muchos (y muchas): en sus salones, a resguardo de la hiperinflación y de las hordas revanchistas de ultraderecha, bellezas del cine de la República de Weimar y la alta sociedad alemana intimaban con miembros del cuerpo diplomático, mientras antiguos ministros del Imperio departían amablemente con sus antiguos perseguidos, los curtidos militantes de la socialdemocracia ahora gobernante. Entre una delicatessen y la siguiente, el anfitrión se permitía criticar el Tratado de Versalles, anunciar que una nueva guerra aún peor que la de 1914-18 era inevitable, hasta enmendar un error y devolverle a Gorki el dinero que se había apropiado. Su principal preocupación, más allá de sus negocios editoriales (entre ellos, el semanario socialista muniqués Die Glocke), pasó a ser la escritura y publicación de sus memorias (las que, lamentablemente, hoy son inhallables). Era un personaje bastante conocido y fácilmente demonizable: era uno de los blancos favoritos de las farsescas operaciones de prensa de la ultraderecha alemana, cuyas imputaciones iban desde organizar una supuesta revuelta paneuropea a mediados de 1919 hasta reunirse con el presidente alemán Ebert, un socialista moderado, al que pretendían descalificar por vía de su compañía.

Olvidado, execrado por una historia oficial soviética que, durante el estalinismo, hasta cayó en la ignominia de cargar las tintas en su origen judío (6), Parvus murió de un ataque al corazón el 12 de diciembre de 1924. Su cuerpo fue cremado e inhumado en un cementerio berlinés, por disposición de la última de sus varias esposas.
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