Estoy en México, a miles de kilómetros. Con el abono comprado no pude ir, y me quería morir. Se palpitaba un partido igual al de Botafogo, el mejor partido que viví en las tribunas. Y no defraudó. Y grité los goles de una manera que mis compañeros me mandaban mensajes diciéndome que les hice temblar las ventanas, que nos van a rajar a todos del hotel, que soy un enfermo. Sufrí el partido como hacía mucho no sufría un partido. Y cuando terminó no aguanté, quebré hermano. Tanto nervio, tanta tensión, caminaba por las paredes, puteaba, gritaba, saltaba, cantaba. El no estar ahí, el no poder vivirlo con mi gente, con la Gloriosa. Lloré como un nene. Y no, no fue la primera vez. Pero hacía mucho no me pasaba.