Autor Tema: A 24 años de la muerte de Isidro Lángara  (Leído 568 veces)

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Comparto un artículo que escribió un amigo del otro lado del Atlántico sobre uno de los goleadores más importantes de nuestra historia.

https://detrasdelarco.com/2016/08/22/langara-un-canon-entre-dos-tierras/

Una fina lluvia bañaba el cementerio de Andoain (Guipúzcoa) aquel 21 de agosto de 1992. Un reducido número de personas habían acudido a despedir a uno de los primeros mitos del balompie. Entre la escasa representación del fútbol español destacaba Eugenio Prieto, presidente del Real Oviedo. Con todos los focos apuntando a la actualidad de la olímpica Barcelona, la noticia de la muerte de Isidro Lángara había pasado prácticamente desapercibida. Pocos se acordaron de aquel ariete con cuerpo de luchador, cabezazo poderoso y una potencia de remate fuera de lo común, capaz de anotar tantos casi del centro del campo o de fracturarle los dedos a más de un guardameta.

La historia de Lángara comienza en 1912 en Pasajes, Vizcaya. A la edad de juvenil Isidro empezó a ganarse en el Tolosa una cierta reputación local por su acierto cara a puerta. El empresario irlandés Patrick O’Connell, que se encontraba de paso por la zona, oyó hablar del muchacho y no dudó en ficharlo para el club que entrenaba, el Oviedo, por aquel entonces en Segunda División.

En Asturias el joven delantero vasco empieza a hacerse un nombre. El Oviedo, por aquel entonces en Segunda, se alza con los campeonatos de Asturias gracias a su facilidad anotadora. Su leyenda empieza a escribirse en la temporada 1933-34: Lángara debuta en Primera por la puerta grande sumando 27 goles que le convierten en máximo goleador. Repetiría este logro dos temporadas consecutivas más, marcando 26 goles en la 1934-35 y 28 en la 1935-36. Lángara era parte de la célebre “segunda delantera eléctrica” del Oviedo, formada por Casuco, Gallart, Lángara, Herrerita y Emilín. Aquel mítico Oviedo se codeaba con los grandes de Primera, con resultados de escándalo como ese inolvidable 7-3 endosado al Barcelona.

Lángara debuta en la selección nacional en 1932, cuando aún militaba en la categoría de plata. El de Pasajes disputaría el Mundial de 1934 en la Italia de Mussolini, donde firmó actuaciones memorables como un doblete ante Brasil en la victoria española (3-1). Aquella selección caería ante Italia tras empatar el primer partido y perder el encuentro de desempate, en el que España no pudo contar con Lángara y 6 jugadores más lesionados el día anterior por la dureza de los italianos. En 1935, el vasco enmudeció a los 70.000 alemanes que abarrotaron el estadio de Colonia al anotar un doblete en la histórica victoria (1-2) de España ante la Alemania nazi. Los números de Lángara con la selección nacional son estratosféricos: 17 goles en 12 partidos, un promedio goleador (1,42) que a día de hoy nadie ha podido igualar.

La guerra truncaba la progresión de un Oviedo CF que había finalizado la temporada 1935-36 en tercera plaza. Lángara se enrolaba en la gira que la selección de Euzkadi realizaría para apoyar la causa republicana por países como Francia, Checoslovaquia y Unión Soviética, donde los vascos se marcaron un pleno de victorias ante el campeón galo (Racing de París), la selección checoslovaca o el Dinamo y Spartak de Moscú. En el verano de 1937 el País Vasco se rendía al bando nacional, por lo que la selección de Euzkadi se vio abocada al exilio. El destino elegido fue México, donde disputaron la temporada 1938-39 como C.D. Euzkadi hasta que la derrota definitiva del bando republicano supuso la disolución del equipo.

Ángel Zubieta, capitán del equipo vasco, convenció a Lángara de tomar juntos el siguiente barco a Buenos Aires, donde les esperaba el C.A. San Lorenzo de Almagro. La bienvenida a Lángara no pudo ser mejor: nada más bajar del barco, y a pesar del cansancio del largo viaje, se enfundó la elástica azulgrana de los cuervos para anotarle 4 goles en media hora a River Plate. En las gradas de aquel estadio un pibe llamado Alfredo Di Stéfano alucinó con aquel fuerte delantero. Por aquel entonces el C.A. San Lorenzo de Almagro era un club que solía acoger exiliados españoles que se asentaban en el barrio de Boedo, por lo que la presencia en el once del ariete de Pasajes poblaba cada domingo de txapelas las gradas del Gasómetro. Con la elástica azulgrana, “El Vasco” Lángara se convertiría en máximo goleador de Argentina en la temporada 1939-40. Se quedaría tres temporadas más, convirtiéndose en uno de los máximos anotadores de la historia del ciclón con 110 goles en 121 partidos.

Su siguiente destino fue México, donde vistió la camiseta del Real Club España durante 3 temporadas. Una vez más, Lángara lograba ser el máximo goleador del campeonato, con lo que se convertía en el primer jugador de la historia en ser máximo goleador en 3 países. Este récord lo igualarían tiempo después otros tres grandes del balón como Di Stéfano (Argentina, Colombia y España), Romario (Holanda, España y Brasil) y Van Nistelrooy (Holanda, Inglaterra y España).

En 1944 Carmen Polo hablaba con su marido Francisco Franco sobre aquel poderoso delantero. Un exiliado como Lángara era tabú para la dictadura, que ignoraba todas las hazañas que el de Pasajes protagonizaba en Argentina y México. El régimen franquista no le perdonaba su participación en aquella selección vasca que recaudó fondos para la República. Fue Felipe Polo, hermano de Carmen Polo y acérrimo oviedista, quien suplicó a su hermana para que el dictador autorizara el regreso del ariete a España. La noticia de la llegada de Lángara a Oviedo corrió como la pólvora. La expectación en la ciudad asturiana era tan grande que el tren que llevaba a Lángara se tuvo que detener en la estación de Colloto, a 5 kilómetros de su destino. Había tal cantidad de gente esperándole que el tren no pudo avanzar un metro más.

En Oviedo disputó las 2 últimas temporadas de su carrera, firmando 23 goles en 29 partidos. Una vez colgadas las botas, decidió volver a México, donde inició su carrera en los banquillos. Entrenó sin pena ni gloria a Puebla, San Lorenzo de Almagro y Unión Española de Chile. Tampoco le hacía falta, porque Lángara sabía que ya tenía un hueco en la historia. Hoy, ochenta años después de su exilio, una tribuna del estadio Carlos Tartiere y una calle rinden pleitesía al máximo goleador histórico del Oviedo. Y a miles de kilómetros de allá, en las calles del barrio de Boedo, cerca del mítico Gasómetro, un mural del Grupo Artístico Boedo enseña a los más jóvenes quién fue aquel Vasco al que el exilio convertiría en leyenda de San Lorenzo de Almagro.
Los muertos no roban cable