Autor Tema: Alguno escribe?  (Leído 13870 veces)

Desconectado tommy_casla

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Che me encantó lo que subiste Pablo! Acá dejo algo que escribí el otro día:



El arte de caminar bajo la lluvia

Miralo. Está ahí y al mismo tiempo no está. ¿Cuánta gente hará lo mismo? Sus ojos inútilmente dirigidos a un profesor que sigue hablando, o hace que habla, la verdad que sería imposible para él discernirlo.

Oscurece sin anochecer. Las nubes poblando cada vez más el cielo hasta envolverlo. Relámpagos y truenos. Luz y sonido. A destiempo: primero uno y después el otro. Previsible.

Él está pendiente de todo ello. Mira las gotas golpear contra el vidrio de ese aula y sonríe con tanta inocencia que da una imagen tensionada entre lo cursi y lo patético. ¿En qué pensará…?

¿Vos decís? Sería lo más lógico: que esté abstraído de la situación, que lo mismo le daría que lloviera o que se incendie el salón. Que esté enamorado… Palabra pomposa que poco tiene que ver con lo que realmente suele suceder. Aunque en este caso, podría ir, ¿no? Pero… ¿los hombres se enamoran? A lo que voy… ¿los hombres pueden mostrarse enamorados sin querer aparentarlo?

Perdón, me estoy yendo por las ramas. Además, yo no creo que sea una mujer la que le saque esa sonrisa idiota que tiene intacta hace varios minutos.

Jajajajaja. No, ¡tonta! No digo que patee para el otro lado. Quiero decir que siento que está disfrutando de esta tormenta cada vez más fuerte. Sí, sé que parece no tener sentido porque en 15 salimos y ni siquiera trajo un paraguas.

Parece una locura pero mirá, quiero mostrarte esto.

Es algo que vine garabateando las últimas semanas. No se lo mostré a nadie antes, me da un poco de cosa lo que puedan pensar. Además me siento una boluda, o me sentía… No sé, te juro que tengo un pálpito, intuición femenina, como dicen. Y tiene que ver con él: me lleva a creer que piensa igual que yo, que puedo mostrarle esto que escribí y va a... digo, al menos, no va a verlo como una idiotez.

En fin, tomá, vos leelo. Pero mejor no me digas nada después. Es más, ni me lo devuelvas, rompelo, quemalo, hacé lo que quieras… pero no dejes que haga esa boludez de dárselo a él cual poema romántico.


El arte de caminar bajo la lluvia

Pocas cosas son tan interesantes como que una tormenta lo agarre a uno caminando por la calle. La mayoría de la gente actúa maquínicamente: sacan sus paraguas, los abren y continúan su caminata como si nada. Pobres, no saben lo que se pierden.

Yo por suerte pertenezco a esos pocos que detestan a esos elementos del demonio que extinguen la posibilidad de recibir placenteras gotas sobre la cabellera. Y sí, lo admito, esbozo una sonrisa con sabor a victoria cada vez que veo cómo el viento hace estragos con uno de ellos.

Nosotros, al descubierto, tenemos que estar sumamente atentos. Es alta la probabilidad de pisar una baldosa engañosa y caer en esa terrible desgracia de empaparse el pie, llegando el agua inclusive hasta la media.

Los descuidos pueden ser terribles. Basta con llegar medio distraído a una esquina para quedar empapado de pies a cabeza, puteando a cuatro vientos al ser la víctima de una de las pocas diversiones de un chofer de colectivos.

Y si estamos llegando tarde… Mayor es la complejidad.

Hay que encontrar el punto justo de la velocidad, haciendo una caminata rápida que resulta muy ridícula a la vista pero que es totalmente preferible a la vergüenza que provocaría patinar y caer al suelo empapado.

Ningún carril de la vereda nos conforma del todo. Para evitar mojarnos –más aún- tratamos de ir pegado a los locales y edificios, aprovechando los techos que encontramos. Hasta que algún borde que sirve de canaleta nos juega una mala pasada y el agua nos cae en los ojos o en la boca. Allí maldecimos, nos “limpiamos” con la manga mojada del buzo y nos mudamos al otro extremo, el que está más pegado a la calle. Seguimos un rato por esa vía hasta que nos damos cuenta de lo empapados que estamos, y buscamos refugio volviendo a la primera elección (como si no solo fuéramos a dejar de mojarnos sino que encima nos secaríamos de inmediato)

Ese proceso se repite varias veces, yendo de lado a lado en un camino sinuoso que se ve más obstaculizado aún por la presencia de los otros.

Seguramente de ahí venga tanto resentimiento. Y cómo para no: vas pegado a las paredes, mendigando techos y viene uno de ellos sosteniendo su “querido” paraguas mirándote fijo con cara de “soñá que me voy a correr”. Y vos no te achicás tampoco, le ponés esa cara de culo que tan bien te sale y te mirás a vos mismo, goteando por todos lados. Finalmente el enemigo termina pasándote pegado a tu hombro, con mirada altiva y con el arma a media altura, cosa de poder encajarte una varilla en el ojo “sin querer”.


Qué cosa che, esto se volvió un manifiesto anti-paraguas. Pero bueno, quién sabe… capaz alguno lea estas líneas y deje caer, avergonzado, el dichoso artefacto para así poder experimentar ese placer –antes oprimido- de caminar bajo la lluvia.
LA VUELTA A BOEDO ES UNA REALIDAD

Desconectado jaimelema2

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  • le alcanzó 1,61 para ser el más grande
San Lorenzo de Almagro


En la cuna de calles de tierra
con un sol que bramaba la tarde
diez muchachos, no más, tal vez once
con las ropas de harapo y miseria
correteaban pelotas de trapo
que les cocía a mano
alguna madre buena

Cierta tarde asomado a su sueño
un buen cura, no fue uno de tantos;
les habló y al abrigo del santo
supo amor y pasión albergar
solo una cosa les pedía a cambio
que sus pobres almitas guardasen del mal
y uno a uno, aquellos muchachos
supieron que el cielo guardaba un lugar

“Los forzosos” llamaron al grupo
no por nada, sino por llamar,
por tesón, por la fibra y la garra
por que eran purretes, humildes, no más

Poco a poco ganaron confianza,
gol a gol y de paso un sermón
la virtud en el campo, en la vida
sueño eterno de un gran vencedor

Una tarde, cuando el barrio dormía
El curita, Lorenzo, soñando tal vez
con las manos repletas de gozo
los pintó de azulgrana a los diez

Fue la primera victoria en la cancha
seguirían las otras después;
los purretes que ya eran muchachos
a la idea chica la hicieron crecer

San Lorenzo fue el nombre elegido
de Almagro la savia que lo iluminó
las raíces del sueño, la gloria, la garra
que hizo el linaje del viejo Ciclón

Después fue la cancha, el tablón, la locura
la hinchada que canta con tanto fervor
pasando al olvido cualquiera amargura
te lleva en la sangre, querido campeón

De tu templo sagrado salieron virtuosos
del básquet, el fútbol, patín, natación
industria gloriosa de grandes figuras
que bajo tu amparo gritaron “¡campeón!”

Y luego la vida.. las buenas y malas
ayer alegría, mañana no sé
quedó sola y triste la vieja avenida
que todos los días nos pide volver

Colores del alma, que pintaron sueños
Azul es el cielo y rojo el amor
Seguro algún día, tranquilo y sereno,
junto con mi viejo gritemos un gol
SÓLO QUIERO VER CRECER A SAN LORENZO EN TODOS LOS ASPECTOS

Desconectado azulmarinayroja

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Me di cuenta de lo mal que yo escribía cuando empecé a leer lo que un amigo comenzó a enviarme. Tras un accidente, e imposibilitado de hacer sus actividades habituales, se reconvirtió y ahora es escritor (según sus propias declaraciones).
Imaginé que al mejorarse me dejaría en paz… pero insiste.
Sus textos son extraños e inconsistentes, aunque él se siente sano y feliz de su nueva actividad.
Yo caí en una profunda depresión post lectúrica.
Pido disculpas a los que perseguí para que me lean y/o publiquen.
La verdad es que no me daba cuenta.
Igual, algunas cosas, capaz que vienen al caso: http://artistinconcluso.blogspot.com.ar/2008/11/amor-de-padre.html
Sepan comprender :-[
Hija del Santo nº 23601: Miguel Rodríguez

Desconectado augusto_casla

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Subo, es un post que merece estar siempre arriba  :pulgares:
Y Te Juro Que No Voy A Parar Hasta Volver A Boedo..

Desconectado azulmarinayroja

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Esta publicación degenera de otra en la que me pidieron: "reducir personajes para hacerla viable o conseguir un millonario que se interese en realizarla"
Es un secuestro raro. La víctima: Viggo Mortensen no huye. Lo intenta en tres fallidas ocasiones, es cierto. Pero con poca convicción. La puerta de la biblioteca donde transcurren los hechos no está cerrada desde el principio… simplemente la bibliotecaria le dice: “Usted no se va de acá hasta que aclaremos este asunto”. Y él lo toma de forma literal. El problema de la mujer es que odia a Peter Jackson porque leyó la emblemática saga de Tolkien en su juventud y no está conforme con el éxito que las películas de: “El Sr. De los Anillos” obtuvieron (y que según su criterio tienen un error imperdonable: no está Liam Neeson haciendo de Legolas). Como no logra acceder ni al director que detesta ni al actor que le gusta, lo intercepta a Mortensen que va con su camiseta de San Lorenzo para obligarlo a reescribir el guión. Dejará en claro que puede colaborar o sufrir como el protagonista de: “Misery”. Viggo dice a su amigo Fabián Casas: “me secuestraron” y el otro sin dudar busca a la policía. En cambio él permanece aún sin saber qué hacer, hasta que su propia “captora” le pide que se vaya… y por mala fortuna lo agarra en la calle la barra brava de Huracán... :boluu:
http://artistinconcluso.blogspot.com.ar/2015/10/quien-lo-tiene-viggo-mortensen.html
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Desconectado slv1991

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"San Lorenzo ya volvió..."

 Es 15 de noviembre, y la ansiedad de los hinchas de San Lorenzo es cada día mayor. El sueño, nuestro gran sueño, está cada día más cerca. Falta una semana, tan solo una semana, para que lo que soñamos hace años se haga realidad: el 22 de noviembre de 2012 (22N para nosotros) la Legislatura Porteña va a votar el Proyecto de Ley de Restitución Histórica que nos va a devolver el lugar del que nunca tendríamos que habernos ido.

 Pero puede ser que hoy no sea un día más. Son las seis de la tarde y estoy en mi casa con mi novia, pero hay algo que hace que no le preste la atención de siempre. Hace horas que por las redes sociales no para de correr un rumor que no puede pasar desapercibido para ningún hincha de San Lorenzo. “¿22N o15N?”, “Atento cuervo, en un par de horas capaz tenés que salir corriendo para el centro”

 Ilusión, nervios, incertidumbre, ansiedad… Hasta que mi viejo viene a mi habitación para decirme que agarre lo que tenga que agarrar y vaya corriendo al auto, que nos vamos a la Legislatura. No, no podíamos quedarnos con la duda. Si había una mínima posibilidad de quese adelantara la votación, ahí teníamos que estar. Agarro el celular, las llaves, me pongo la camiseta, y le agradezco a mi novia por entenderme que “voy a dejarlo todo para ver al Ciclón”, como dice la canción.

 Muchas emociones juntas, tal vez para muchos injustificadas, pero los hinchas de San Lorenzo (y también los que hace años vienen escuchándonos hablar siempre de lo mismo) entendemos muy bien por qué estamos tan excitados y confundidos. ¿Qué significa que hoy se vote la ley? ¿Por qué la votación de una ley hace que esté pensando en largar todo e irme corriendo, como si fuera una final (o más que eso)?

 Es que hace más de 30 años, en 1979, San Lorenzo perdió su verdadera cancha en su lugar de origen: el Gasómetro de Boedo. Hace más de 30 años que la nefasta dictadura, la que se robó 30.000 almas, la que se robó la esperanza y la vida de tantos argentinos,se robó también parte de nuestra Historia, parte de nuestra Identidad. Fue el Brigadier Osvaldo Cacciatore, intendente de facto de la Ciudad de Buenos Aires, quien se encargó de sacar a San Lorenzo de su barrio, quitándole a los vecinos de la ciudad un importante centro social y cultural. Con la excusa de la supuesta necesidad de abrir dos calles que atravesarían al Gasómetro, y de construir en ese terreno una escuela y un complejo de viviendas, se presionó a los dirigentes para malvendérselo a una empresa fantasma que terminaría vendiéndoselo a Carrefour.

 El resto es historia conocida: San Lorenzo se quedó sin cancha y salieron a la luz las verdaderas intenciones del gobierno y de los corruptos dirigentes del club. ¿Se abrieron las calles? ¿Se construyeron las viviendas? Por supuesto que no. Al contrario, se anularon las ordenanzas que hablaban de la apertura de calles y se cambió la zonificación que prohibía la construcción de cualquier tipo de centro comercial. Ya no va a rodar la pelota en ese imponente estadio de futbol, que desde 1916 fue el escenario de grandes equipos azulgranas, y donde también fue local por décadas la Selección. Ya no va a existir ese templo del deporte argentino, donde se practicaba desde básquet y tenis hasta bowling, ajedrez y tiro. Los porteños yano van a tener más ese preciado lugar de reunión, el de la increíble biblioteca y el jardín de infantes debajo de las tribunas, el de los multitudinarios carnavales donde pasaron Sandro, Serrat, Troilo, Olmedo… Nunca más… ¿o sí?

 Es por eso que estamos mi viejo y yo yendo a la Legislatura, hablando de los tantísimos momentos que mi papá vivió con el suyo en el Gasómetro, así como también de las historias que le contaba mi abuelo. Es por eso que estuvimos a la Legislatura en varias ocasiones, cuando fuimos 2.000, 20.000 o 40.000. Y es por eso que ese inolvidable 8 de marzo inundamos la ciudad con nuestros colores, cuando llenamos la Plaza de Mayo con más de 100.000 cuervos para mostrarle al mundoque tenemos que volver a Boedo, que vamosa volver a Boedo.

 Después de un viaje record, digno de una nave espacial más que de un auto, bajamos y corremos a la Legislatura. En el piso hay todavía algunos volantes en contra de nuestra causa, prueba de la movilización que habían protagonizado unos pocos empleados de Carrefour, junto a algunos hinchas de Huracán. Pero los gritos que escuchamos alcanzan para darnos cuenta quiénes van a escribir la historia este 15 de noviembre: “Acá está la Gloriosa Hinchada de SanLorenzo, la que no tuvo cancha y se bancó el descenso…”

 Ya en la puerta de la Legislatura, me separo de mi viejo, que entra al edificio con sus compañeros del medio partidario San Lorenzo TV. En cambio, yo me sumo a los ya cientos hinchas de San Lorenzo que con banderas y cantos llenan de ilusión la noche porteña. “A ver si lo escuchan, a ver si lo entienden, la Vuelta a Boedo la banca la gente”.

 Con el ritmo de una canción de Callejeros, la gente resume por qué está en la Legislatura: “El sueño de volver a Boedo tengo hacemuchos años, al barrio donde un día un milico nos desterró. Por más que elperiodismo no quiera ya lo estamos logrando, volverá tener una cancha la detablón.”

 Con el pasar de los minutos los cientos se convierten en miles. Cada vez va llegando más gente. Por acá un amigo llega corriendo de la facultad, por allá está lleno de señores de traje que volaron del trabajo a la Legislatura. Ahí vienen dos amigas que se levantaron de su asiento del cine apenas se enteraron de la noticia, dejando la película por la mitad, para tomarse el remís más caro de sus vidas. Mientras tanto, escucho que un par de pibes cuentan como dejaron a su equipo con dos menos. “Qué me importa si se enojan, este es el partido más importante de nuestra historia, mirá si iba a faltar”, dice uno de ellos. Basta mirar a mi alrededor para comprobar que el “nunca me voy a separar de vos porque te quiero…y te juro que no voy a parar hasta volver a Boedo” que suena en la calle Perú es más que una simple rima de tablón: es una  promesa hecha canción.

 Entre canción y canción, entre abrazo y abrazo, lo que era un rumor se convierte en noticia. Como dije más arriba, yo tenía un informante de lujo adentro del recinto de la Legislatura, que memandaba mensajes ante cada novedad: “Enun rato se vota, dicen que están Lammens y Tinelli reunidos con loslegisladores. Dicen que si les aseguran que se va a negociar con Carrefour yque los empleados no van a quedar en la calle, aprueban la ley”. La noticia corre de boca en boca. No solo cada vez somos más, también cada vez nos hacemos escuchar más, convencidos de conseguir lo que fuimos a buscar: “Ya lo veo, ya lo veo, esta noche volvemos aBoedo”.

 Lo que empezó siendo una locura del historiador azulgrana Adolfo Res, esa locura que se fue contagiando de cuervo a cuervo, puede dejar de ser más que eso. Las cargadas de las otras hinchadas (“cuervo, ay que tarado, fui a tu canchay me encontré con un mercado”, o el famoso “¿de qué barrio sos San Lorenzo, de qué barrio sos?”) están por quedar atrás.

 Pero la verdad se decidirá puertas adentro. Está en manos de esos cincuenta legisladores que esta utopía se convierta en realidad. Son cincuenta manos que tienen que levantarse, para que los miles de corazones de los que estamos acá afuera se levanten también, para que salten de alegría. Para que millones de corazones recuperen la esperanza, para que millones de cuervos recuperemos nuestra identidad. Cincuenta manos alzadas para que el reclamo sanlorencista sea ley. Cincuenta manos alzadas para que la democracia argentina le meta otro gol a la dictadura genocida, a las multinacionales explotadoras. Ellos saben que esto es más que un reclamo futbolístico, más que un reclamo por la expropiación de un terreno usurpado por un supermercado francés, para construir un estadio de futbol, una escuela, un centro médico, un espacio verde para el vecino. Ellos saben que esto es mucho más, saben que es un grito que sale de nuestro corazón como hinchas de San Lorenzo, pero también de nuestro corazón argentino, de la herida abierta por la dictadura, que todavía sangra. Y mucho. No pedimos misericordia, ni pedimos que nos regalen nada, pedimos justicia. Ellos lo saben, pero nosotros se lo recordamos con un fuerte “le digo al gobierno que nos restituya lo que nos robaron en la dictadura… va a volver, va a volver, San Lorenzo va a volver”.

 Pero cerca de las 23, el silencio se apodera de todos. Adentro, los legisladores están votando la tan ansiada ley. De repente, el silencio termina, con el estallido de felicidad que se escucha desde adentro. La ley dejó de ser un proyecto. La utopía se convirtióen realidad. “San Lorenzo ya volvió, San Lorenzo ya volvió… se lo dedicamos a todos los que preguntaban ¿de qué barrio sos?”

 Entre lágrimas y abrazos interminables, arranca una caravana que se dirige a Avenida La Plata, a la Tierra Santa donde con tanto esfuerzo volvemos. Algún desprevenido que vea tanta caravana, tanto festejo, tantos bocinazos, tantos abrazos y lagrimas,tanto canto y bandera al viento, puede preguntarse, ¿qué pasó? ¿San Lorenzosalió campeón? No… ¡¡¡SAN LORENZO YA VOLVIÓ!!!

Desconectado Le6ioN

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  • Se tu mismo, todos los demas estan ya ocupados
La felicidad es solo un parpadeo
Solo una gota de agua
En el eterno mar de la vida
Reir abrazar besar y gozar
Pequeños lujos de la vida cotidiana
Cuanto mas los esperamos
Mas desesperamos

Nadie jamas podrá decirte
Que hacer para obtenerlos
A que dios rezar o que acción realizar
No importa lo que hagas
Se evaporará como una gota de rocio en el desierto
Como una sonrisa forzada
Como mi frio sobre tu frazada

Daria mis ojos
Por evitarte una lagrima
Daria mis manos
Para donarte calor
Daria mis sueños
Para evitarte dolor

Sin embargo no alcanza
No importa que ponga
Nunca se inclina la balanza

Sos la luz de mis ojos
Mientras de mis dias
Van quedando despojos
El tiempo pasa
El dolor queda
Ni siquiera en casa
Salgo de esta veda
La impotencia de que nada sirve
Las estrellas siguen brillando
Pero yo me sigo apagando

Pero lucharé
No importa que pase
Jamas me rendiré
Por mas que vea que no alcance
Volveré a intentar otro lance
Convertiré esos momentos efimeros
En la existencia de mi vida
Así viviran para siempre.







los quiero mucho saben, estoy feliz estar acá con todos uds gracias de corazón con uds aprendí mucho.
By Quequey
ELIAN PRESENTE

Socio refundador 15128

Desconectado SIMPLEMENTE SAN LORENZO

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No soy muy bueno, pero algunas veces lo intente, aca va uno de San Lorenzo...

Corría la fría madrugada del 13 de agosto con una lentitud desesperante cuando Joaquín decidió bajar a prepararse una taza de té, o simplemente alejarse por un rato de la fuente de insomnio en la que se había convertido su cama los últimos días.

Al llegar al piso de abajo y antes de entrar a la cocina Joaquín vislumbro una sombra junto a la ventana, a punto estuvo de gritar cuando se dio cuenta que le figura era la de su padre, que al igual que él no podía conciliar el sueño.
- ¿Qué haces despierto? – pregunto Joaquín
- Lo mismo que vos supongo – respondió el padre con una tímida sonrisa.
- Me voy a preparar un te viejo, queres uno? – vuelve a preguntar Joaquín
- No gracias, estoy bien – responde el padre en tono cortante.

Una vez preparado el té y revueltas las tres cucharadas de azúcar el nene vuelve donde su viejo y se sienta a su lado. Ya sin poder aguantarlo lo suelta todo:

- Esto se tiene que terminar pa, no aguanto más, no duermo bien, aprieto los dientes, estoy nervioso y susceptible, quiero que para bien o para mal sea mañana a la noche y que Dios y Francisco se encarguen del resto…

Tras pensar unos segundos y meditar que enfoque darle a la situación el padre soltó lo que pensaba:

- Si bien es cierto que nos cuesta dormir, que no podemos pensar en otra cosa, que hasta en cierto punto nuestras vidas no parecen normales, esta sí que es una hermosa presión Joa. No es lo mismo sufrir una final que lo que sufríamos hace 2 años cuando la agonía iba de domingo a domingo para no volver a esa categoría de mierda y vos te debes acordar bien, y eso sin siquiera ponerse a pensar en lo que pasaron tu abuelo y los nuestros en la década del 80, sin cancha, la B Nacional, los 21 años sin salir campeón, San Lorenzo es asi, te deja sin cancha, y despues te regala lo de Rosario en el 95, y ya mucho más aca un papa cuervo con todo lo que eso genero, uno se va poniendo grande y se va dando cuenta de lo increíble que es este club, San Lorenzo no se explica…

Joaquín de pronto interrumpe:
- Pero esa maldita copa nos volvió el centro de las gastadas, nunca voy a entender lo que quiso hacer la dirigencia de turno para venderla así, encima era la primera Libertadores de la historia, la primera papa - (y la voz se iba quebrando de a poco) – si no es ahora cuando va a ser, si no la ganamos no voy a poder ir a la escuela, a la cancha, me voy a agarrar a piñas todo el tiempo, llegue a un punto de que me asusta lo que pueda llegar a pasar hoy…

El viejo escucho atentamente todo lo que el pibe tenía para decir, lo asimilo entendiendo que por ahí la edad de su hijo le hacía ver las cosas desde un punto pasional casi irracional, hasta por su misma cabeza que tenía 35 años más de experiencia que Joaquín pasaban esas cosas, entonces como no iban a pasar por la de un nene de 14 años, y dándose cuenta de lo mucho que los unia San Lorenzo comenzó a largar todo lo que pensaba y se lo tenía atascado:
- Es como la historia de la minita que te busca y está enamorada de vos y no le das bola o no? Y ella aparece varios años después y está totalmente cambiada, esta buenísima y no sabes qué carajo hacer para volver a ganártela… básicamente eso nos paso con esta copa del orto, la despreciamos cuando era una nena y ahora la deseamos más que nada.
Pero sabes qué Joa? Ganar una copa no nos cambia ni nos va a cambiar jamás lo que sentimos por San Lorenzo, porque para nosotros siempre van a ser más importante otras cosas, el barrio perdido que con el esfuerzo de todos los nuestros lo estamos recuperando, el sentido de pertenencia que tenemos, que mientras los giles nos preguntan “de que barrio somos” ellos festejan en el Obelisco y nosotros lo hacemos en San Juan y Boedo, porque mientras que a algunos les construían la cancha el peor Gobierno de facto de la historia de este país nos despojaba de la nuestra, porque mientras me acuerdo de eso no me puedo olvidar que este club se fundó por un buen señor para sacarlos a los pibes de la calle, que les ofreció la canchita de la Iglesia y un juego de camisetas para que jueguen con la única condición de que vayan el domingo a misa, y que años después y por esa misma camiseta un jugador dejo la vida, y si como nos vamos a olvidar del gran Jacobo Urso, “morir por San Lorenzo” no es una simple frase, eso paso y con uno de los mejores jugadores de la época. Sii la historia del viejo y querido San Lorenzo está plagada de hechos históricos y emocionantes, campeones terribles, como el primer campeón invicto, el primer bicampeon, los Matadores, los Carasucias, y hasta los Camboyanos que no cobraban ni tenían agua caliente para bañarse forman parte de esta hermosa historia.
Entonces sabes qué? La próxima vez que alguien te diga que no sos grande por no ganar una Copa míralo, míralo y reite. Tenele lastima pobrecito, no entiende ni va a entender nunca que el amor a un Club va más alla de algo oxidable, porque como dice el tema ser de San Lorenzo “no se explica, se lleva bien adentro””grande por su historia, inmenso por su gente”, algunas de nuestras tantas y tan ciertas frases.
Así que en unas horas que sea lo que tenga que ser, ella sabe que nadie la desea más que nosotros, que nadie la va a querer tanto como nosotros, que ya son demasiados los años que nos hizo esperar, que ya es tiempo que vuelva a quien deseo primero. Yo tengo fe de que es el momento que nos elija, y te puedo asegurar que los 50 mil que tengamos la suerte de estar en la cancha, los 4 millones distribuidos por el mundo, y desde alla arriba mi viejo, tu abuelo, Mirko Sarik, Jacobo Urso, Lorenzo Massa y todos los Cuervos que nos guían desde arriba van a estar de fiesta y gritando “ EL CICLON EL CICLON EL CICLON”, si se da, seguramente será uno de los días más felices de nuestra vida, y si no se da, vamos a llorar, putear, sacarnos la mierda pero mañana… mañana nuestra camiseta de San Lorenzo va a estar lista para ser usada de nuevo, porque la nuestra no se guarda en el cajón hasta que llega el momento de ser campeón, ah no, DE SAN LORENZO SE ES HINCHA SIEMPRE, y siempre con la frente arriba, yendo al frente…

Después de escuchar todo el discurso de su padre y con los ojos llenos de lágrimas Joaquín abrazo a su viejo y le agradeció desde lo más profundo de sus entrañas:
- Gracias por hacerme hincha de San Lorenzo, gracias por el mejor legado que un padre le puede dejar a su hijo

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S i m p l e m e n t e SAN LORENZO

Desconectado spin

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  Hace varios años escribí un texto en homenaje (que me perdone) a Oscar Masotta, figura emblemática del Psicoanálisis en Argentina, hace algunas décadas. No sé porque pero lo elijo, ahora.  Sepan disculpar.


 “Tenía 49 años. Era un león irreverente.Un convencido.
   Un hapening del Di Tella. Un sordo de los otros.
   Ninguna reverencia. Un cross a la mandíbula”
                                                                                        (Norma Gentili)

Entrar a un templo no siempre es un acto de fe
Conocer los rezos casi es perpetuar una alabanza
Atávicos adoradores de todo poderoso
Merodeando méritos ajenos

Yo que era Nosotros
 leíamos los nombres
como próceres lejanos

Teníamos el sufrimiento
que aún solo intuíamos
la prepotencia joven
y la misma urgencia
de entenderlo

Pero no es mi Historia
Es la suya

Yo puedo asomarme sin vértigo a la escena
Y entender su luminosidad
Y no tramarla quijotesca
Y flamear en el principio

Pero no puedo volar en ese viaje
Aunque tenga las alas
Aunque habite ese  paisaje
Siempre serán otros los nombrados
Pasajeros.

Igual silbo esa arcilla
Igual sueño ese sueño

En Septiembre
Al sur del 2011

Desconectado spin

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uuuuuu me emocioné, je. Prometo que es el último que me mando por algún tiempo. DISCULPAME CICLON QUERIDO,ES LO QUE HAY.

 
                  AZULGRANA


“ Vuelve el espacio amplio
            el horizonte más lejos”


  Sobre la hora llegó el empate
 y a los 4 adicionados veíamos incrédulos
 el movimiento inequívoco de todas las redes

 Era el gol

 Salimos después enloquecidos a anunciarle al mundo esa elegía
 Recuerdo las mañanas de a miles por los parques
 Inundando las calles de savia nuestra conocida

 Éramos tan jóvenes en ese triunfo
 Sin orsay
 Llegar jugando
 Dos tres toques cortos y
 el cambio de frente inesperado

 Después también fue la injusticia
 Las tardes pesadas viajando en las derrotas
 Con los  pelos duros del desierto

Yo siempre supe que no importaba la jugada
El 5 el 8 la diagonal y la barrera
No importaba ese turro que pitó siempre en contra
Ni el calor de Febrero allá en la Quema
O el frío de Junio  por la Boca

Yo siempre supe que al final quedaría en pié la única magia que sabemos
La única alegría que tejemos con paciencia de orfebre

 Dos colores
 Titulares en el alma
 Azul y  Grana

 Señores.

 

Desconectado Jebus Datolo

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Cuervos, les dejo una historia azulgrana y el link al blog donde subo mis relatos. Espero les guste  :risacasla: http://palabrasal-viento.blogspot.com/

Hola y adiós

Vivimos en un país que respira, come y bebe fútbol, vive fútbol. Es impresionante ver cómo 90 minutos de 22 tipos tratando de meter una pelota entre tres palos es material para crear canales dedicados en informar 24 hs sobre el tema, discusiones y alegrías, abrazos espontáneos con desconocidos y temas de conversación diarios. También en muchos casos es el generador de vínculos con personas especiales, que nos marcan para toda la vida. Uno de esos es mi caso.
Pablo, mi viejo, me hizo hincha de San Lorenzo. Siempre me contaba historias de Los Matadores, las grandes épocas del Ciclón y también las malas, y luego el resurgir con el ascenso. Pero de lo que siempre hablaba era de El Gasómetro, aquél templo que supo albergar a la Selección Argentina por tanto tiempo, que fue tomado brutalmente por los militares en una de las épocas más oscuras de nuestro país. Cada vez que hablaba de ese último partido, empate en cero ante Boca, se le llenaban los ojos de lágrimas. El 2 de diciembre de 1979 quedaría sellado en el corazón azulgrana, una cicatriz que a día de hoy no termina de sanar. Desde entonces, la epopeya por volver a Boedo, la tierra santa, es emblema de todos los hinchas. Pero en especial de Pablo.
Corría el 2012 cuando participamos de la marcha más grande de la historia del fútbol argentino. El 8 de marzo Plaza de Mayo se tiñó con los colores de San Lorenzo, cien mil personas le mostraron al mundo su pasión y su deseo más grande. Cantos, llantos y abrazos por donde miraras. Mi viejo no me soltaba para no perderme entre la multitud, pero eramos una familia, no había peligro. Ví a San Lorenzo campeón varias veces, pero ese fue el día más feliz de mi vida. Aunque la alegría no dura para siempre.
Dos semanas después, el 21 de marzo, papá tuvo un infarto. Pasamos toda la noche en el hospital preocupados, llorando con mamá y Paula, mi hermana. El viejo se recuperó y volvimos a casa a los dos días, sin embargo ahora tenía que tener más cuidado con las comidas, hacer caminatas diarias, nada de fumar y controlar las emociones fuertes. Emociones fuertes.
Esa temporada el Ciclón peleó el descenso. Si, otra vez, como en el 81. Jugábamos un partido curiosamente infartante ante San Martín, los sanjuaninos. Si ganábamos teníamos que esperar que Banfield perdiera para ir a promoción, si perdíamos nos íbamos derechito a la B. Y empezamos perdiendo. No hubo caso de convencer a papá de quedarse en casa. Que era peligroso, que tenía que descansar, que podíamos verlo por la tele. Cuando le nombramos la tele casi nos manda a la mierda. Fuimos los dos a ver el partido al Nuevo Gasómetro, como cada vez que jugábamos de local. Ese 0-1 era el fin del mundo. 40.000 personas llorando en silencio, alentando a los jugadores. La desgracia duró sólo dos minutos, los dos minutos más largos del mundo. Carlos Bueno marcó la igualdad y el alma nos volvió al cuerpo. Luego llegó el 2-1 y el 3-1 final y a jugar la promoción. Esos dos partidos los vimos más relajados, al menos mi viejo, y eso me dejó tranquilo.
Las siguientes semanas el viejo ayudo a la Subcomisión del Hincha en todo lo que pudo con la vuelta a Boedo. Se hicieron asados, se informó a los socios, hinchas e interesados sobre el proyecto de Ley de Restitución Histórica, que le permitiría al club la posibilidad de negociar con el dichoso supermercado la compra de los terrenos de Avenida La Plata o, en su defecto, expropiar las tierras y agar una indemnización. Todo esto ayudó a que el viejo levantara el ánimo y estuviese más alegre.
Llegó noviembre y con él buenas y malas noticias. Las buenas era que el proyecto de ley avanzaba rápidamente, faltaba poco para la aprobación en la legislatura. El 22 de ese mes sería la votación y con el viejo ya planeábamos ir a la movilización que se estaba organizando. Faltaban once días cuando el viejo tuvo otro infarto.
Llamamos a la ambulancia y lo llevaron rápido a la clínica. Quedó otra vez internado, esta vez en terapia intensiva. Era el 12 de noviembre cuando el médico habló con nosotros, nos dijo que nos preparáramos para lo peor, que sólo era cuestión de tiempo. Mamá y Paula lloraban desconsoladamente. Yo me quedé en silencio con la vista perdida. No entendía que podía llegar a perder a mi papá, a mi viejo, a ese fanático que estaba a tan sólo una semana de ver realidad su sueño.
Los días siguientes nos fuimos turnando para hacerle compañía. Le hablábamos en voz baja para no molestar a los demás. Yo le contaba que estaba todo dado para que aprueben la ley, aunque algunos vecinos de Boedo se quejaban porque no querían un estadio en el barrio. Mamá y Paula le recordaban lo mucho que lo amaban. Pero el viejo no despertaba.
Llegó el 15 y yo me quedaría esa noche con él. Había llevado una radio a escondida, ya que durante el día se rumoreaba que la legislatura porteña trataría el proyecto de ley esa noche y no el 22 como estaba previsto. No sabía si podía pasar o no con la radio, pero por las dudas la oculté. Me puse un auricular y pasaba las estaciones constantemente, buscando alguna emisora que hablara de lo que estaba pasando en capital. Al rato, escuché la noticia que esperaba: habían aprobado la Ley de Restitución Histórica.
-   ¡Volvimos viejo! – le susurré al oído - ¡Volvimos a Boedo!
No recuerdo si esperaba que papá reaccionara ante la noticia o no, pero sí recuerdo que unos segundos después comenzó a sonar el pitido de la máquina que controla su corazón. La enfermera llegó corriendo y me sacó de ahí al instante. Luego entró el médico. Y yo me quedé parado, en el pasillo, sin saber qué hacer.
Ese día volvimos a Boedo, y ese día perdí a mi viejo. Nunca sabré realmente si pudo escuchar la tan ansiada noticia o no. Todas las noches en la cama, antes de ir a dormir, pienso en él. Y con una sonrisa, me gusta creer que sí.

Desconectado CuervoLeon

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Lagrimón cuervo! Me mataste.. Es hermoso y triste a la vez, me despertaste muchas sensaciones! Seguramente muchas menos que las que afloran en vos al releer la historia y recordar los hechos...

Tengo ganas de abrazarte y que lo sienta tu viejo!

Te mando un abrazo a la distancia y muchas gracias por esta gran historia

Espero que ningún cuervo deje de leerla

Ex  xhomeronetx

JURO VOLVER A BOEDO

Desconectado Le6ioN

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  • Se tu mismo, todos los demas estan ya ocupados
Cuervos, les dejo una historia azulgrana y el link al blog donde subo mis relatos. Espero les guste  :risacasla: http://palabrasal-viento.blogspot.com/

Hola y adiós

Vivimos en un país que respira, come y bebe fútbol, vive fútbol. Es impresionante ver cómo 90 minutos de 22 tipos tratando de meter una pelota entre tres palos es material para crear canales dedicados en informar 24 hs sobre el tema, discusiones y alegrías, abrazos espontáneos con desconocidos y temas de conversación diarios. También en muchos casos es el generador de vínculos con personas especiales, que nos marcan para toda la vida. Uno de esos es mi caso.
Pablo, mi viejo, me hizo hincha de San Lorenzo. Siempre me contaba historias de Los Matadores, las grandes épocas del Ciclón y también las malas, y luego el resurgir con el ascenso. Pero de lo que siempre hablaba era de El Gasómetro, aquél templo que supo albergar a la Selección Argentina por tanto tiempo, que fue tomado brutalmente por los militares en una de las épocas más oscuras de nuestro país. Cada vez que hablaba de ese último partido, empate en cero ante Boca, se le llenaban los ojos de lágrimas. El 2 de diciembre de 1979 quedaría sellado en el corazón azulgrana, una cicatriz que a día de hoy no termina de sanar. Desde entonces, la epopeya por volver a Boedo, la tierra santa, es emblema de todos los hinchas. Pero en especial de Pablo.
Corría el 2012 cuando participamos de la marcha más grande de la historia del fútbol argentino. El 8 de marzo Plaza de Mayo se tiñó con los colores de San Lorenzo, cien mil personas le mostraron al mundo su pasión y su deseo más grande. Cantos, llantos y abrazos por donde miraras. Mi viejo no me soltaba para no perderme entre la multitud, pero eramos una familia, no había peligro. Ví a San Lorenzo campeón varias veces, pero ese fue el día más feliz de mi vida. Aunque la alegría no dura para siempre.
Dos semanas después, el 21 de marzo, papá tuvo un infarto. Pasamos toda la noche en el hospital preocupados, llorando con mamá y Paula, mi hermana. El viejo se recuperó y volvimos a casa a los dos días, sin embargo ahora tenía que tener más cuidado con las comidas, hacer caminatas diarias, nada de fumar y controlar las emociones fuertes. Emociones fuertes.
Esa temporada el Ciclón peleó el descenso. Si, otra vez, como en el 81. Jugábamos un partido curiosamente infartante ante San Martín, los sanjuaninos. Si ganábamos teníamos que esperar que Banfield perdiera para ir a promoción, si perdíamos nos íbamos derechito a la B. Y empezamos perdiendo. No hubo caso de convencer a papá de quedarse en casa. Que era peligroso, que tenía que descansar, que podíamos verlo por la tele. Cuando le nombramos la tele casi nos manda a la mierda. Fuimos los dos a ver el partido al Nuevo Gasómetro, como cada vez que jugábamos de local. Ese 0-1 era el fin del mundo. 40.000 personas llorando en silencio, alentando a los jugadores. La desgracia duró sólo dos minutos, los dos minutos más largos del mundo. Carlos Bueno marcó la igualdad y el alma nos volvió al cuerpo. Luego llegó el 2-1 y el 3-1 final y a jugar la promoción. Esos dos partidos los vimos más relajados, al menos mi viejo, y eso me dejó tranquilo.
Las siguientes semanas el viejo ayudo a la Subcomisión del Hincha en todo lo que pudo con la vuelta a Boedo. Se hicieron asados, se informó a los socios, hinchas e interesados sobre el proyecto de Ley de Restitución Histórica, que le permitiría al club la posibilidad de negociar con el dichoso supermercado la compra de los terrenos de Avenida La Plata o, en su defecto, expropiar las tierras y agar una indemnización. Todo esto ayudó a que el viejo levantara el ánimo y estuviese más alegre.
Llegó noviembre y con él buenas y malas noticias. Las buenas era que el proyecto de ley avanzaba rápidamente, faltaba poco para la aprobación en la legislatura. El 22 de ese mes sería la votación y con el viejo ya planeábamos ir a la movilización que se estaba organizando. Faltaban once días cuando el viejo tuvo otro infarto.
Llamamos a la ambulancia y lo llevaron rápido a la clínica. Quedó otra vez internado, esta vez en terapia intensiva. Era el 12 de noviembre cuando el médico habló con nosotros, nos dijo que nos preparáramos para lo peor, que sólo era cuestión de tiempo. Mamá y Paula lloraban desconsoladamente. Yo me quedé en silencio con la vista perdida. No entendía que podía llegar a perder a mi papá, a mi viejo, a ese fanático que estaba a tan sólo una semana de ver realidad su sueño.
Los días siguientes nos fuimos turnando para hacerle compañía. Le hablábamos en voz baja para no molestar a los demás. Yo le contaba que estaba todo dado para que aprueben la ley, aunque algunos vecinos de Boedo se quejaban porque no querían un estadio en el barrio. Mamá y Paula le recordaban lo mucho que lo amaban. Pero el viejo no despertaba.
Llegó el 15 y yo me quedaría esa noche con él. Había llevado una radio a escondida, ya que durante el día se rumoreaba que la legislatura porteña trataría el proyecto de ley esa noche y no el 22 como estaba previsto. No sabía si podía pasar o no con la radio, pero por las dudas la oculté. Me puse un auricular y pasaba las estaciones constantemente, buscando alguna emisora que hablara de lo que estaba pasando en capital. Al rato, escuché la noticia que esperaba: habían aprobado la Ley de Restitución Histórica.
-   ¡Volvimos viejo! – le susurré al oído - ¡Volvimos a Boedo!
No recuerdo si esperaba que papá reaccionara ante la noticia o no, pero sí recuerdo que unos segundos después comenzó a sonar el pitido de la máquina que controla su corazón. La enfermera llegó corriendo y me sacó de ahí al instante. Luego entró el médico. Y yo me quedé parado, en el pasillo, sin saber qué hacer.
Ese día volvimos a Boedo, y ese día perdí a mi viejo. Nunca sabré realmente si pudo escuchar la tan ansiada noticia o no. Todas las noches en la cama, antes de ir a dormir, pienso en él. Y con una sonrisa, me gusta creer que sí.

Me hiciste lagrimear un sabado a las 6 de la mañana

Seguro que lo escuchó cuervo. Era lo necesitaba para irse en paz
los quiero mucho saben, estoy feliz estar acá con todos uds gracias de corazón con uds aprendí mucho.
By Quequey
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Les dejo el primer párrafo de mi nuevo relato. Pueden leerlo completo en: http://palabrasal-viento.blogspot.com

Todos tenemos mala suerte. Las cosas a veces pasan porque metemos la pata o porque la cagamos en algo. Pero en este caso no. Yo hice todo perfecto, desde el primer minuto me esforcé al máximo, intente mostrarle el camino, enseñarle. Pero no hubo caso: mi propio hijo me traicionó. El pendejo me salió bostero.

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Cuervos, les dejo una historia azulgrana y el link al blog donde subo mis relatos. Espero les guste  :risacasla: http://palabrasal-viento.blogspot.com/

Hola y adiós

Vivimos en un país que respira, come y bebe fútbol, vive fútbol. Es impresionante ver cómo 90 minutos de 22 tipos tratando de meter una pelota entre tres palos es material para crear canales dedicados en informar 24 hs sobre el tema, discusiones y alegrías, abrazos espontáneos con desconocidos y temas de conversación diarios. También en muchos casos es el generador de vínculos con personas especiales, que nos marcan para toda la vida. Uno de esos es mi caso.
Pablo, mi viejo, me hizo hincha de San Lorenzo. Siempre me contaba historias de Los Matadores, las grandes épocas del Ciclón y también las malas, y luego el resurgir con el ascenso. Pero de lo que siempre hablaba era de El Gasómetro, aquél templo que supo albergar a la Selección Argentina por tanto tiempo, que fue tomado brutalmente por los militares en una de las épocas más oscuras de nuestro país. Cada vez que hablaba de ese último partido, empate en cero ante Boca, se le llenaban los ojos de lágrimas. El 2 de diciembre de 1979 quedaría sellado en el corazón azulgrana, una cicatriz que a día de hoy no termina de sanar. Desde entonces, la epopeya por volver a Boedo, la tierra santa, es emblema de todos los hinchas. Pero en especial de Pablo.
Corría el 2012 cuando participamos de la marcha más grande de la historia del fútbol argentino. El 8 de marzo Plaza de Mayo se tiñó con los colores de San Lorenzo, cien mil personas le mostraron al mundo su pasión y su deseo más grande. Cantos, llantos y abrazos por donde miraras. Mi viejo no me soltaba para no perderme entre la multitud, pero eramos una familia, no había peligro. Ví a San Lorenzo campeón varias veces, pero ese fue el día más feliz de mi vida. Aunque la alegría no dura para siempre.
Dos semanas después, el 21 de marzo, papá tuvo un infarto. Pasamos toda la noche en el hospital preocupados, llorando con mamá y Paula, mi hermana. El viejo se recuperó y volvimos a casa a los dos días, sin embargo ahora tenía que tener más cuidado con las comidas, hacer caminatas diarias, nada de fumar y controlar las emociones fuertes. Emociones fuertes.
Esa temporada el Ciclón peleó el descenso. Si, otra vez, como en el 81. Jugábamos un partido curiosamente infartante ante San Martín, los sanjuaninos. Si ganábamos teníamos que esperar que Banfield perdiera para ir a promoción, si perdíamos nos íbamos derechito a la B. Y empezamos perdiendo. No hubo caso de convencer a papá de quedarse en casa. Que era peligroso, que tenía que descansar, que podíamos verlo por la tele. Cuando le nombramos la tele casi nos manda a la mierda. Fuimos los dos a ver el partido al Nuevo Gasómetro, como cada vez que jugábamos de local. Ese 0-1 era el fin del mundo. 40.000 personas llorando en silencio, alentando a los jugadores. La desgracia duró sólo dos minutos, los dos minutos más largos del mundo. Carlos Bueno marcó la igualdad y el alma nos volvió al cuerpo. Luego llegó el 2-1 y el 3-1 final y a jugar la promoción. Esos dos partidos los vimos más relajados, al menos mi viejo, y eso me dejó tranquilo.
Las siguientes semanas el viejo ayudo a la Subcomisión del Hincha en todo lo que pudo con la vuelta a Boedo. Se hicieron asados, se informó a los socios, hinchas e interesados sobre el proyecto de Ley de Restitución Histórica, que le permitiría al club la posibilidad de negociar con el dichoso supermercado la compra de los terrenos de Avenida La Plata o, en su defecto, expropiar las tierras y agar una indemnización. Todo esto ayudó a que el viejo levantara el ánimo y estuviese más alegre.
Llegó noviembre y con él buenas y malas noticias. Las buenas era que el proyecto de ley avanzaba rápidamente, faltaba poco para la aprobación en la legislatura. El 22 de ese mes sería la votación y con el viejo ya planeábamos ir a la movilización que se estaba organizando. Faltaban once días cuando el viejo tuvo otro infarto.
Llamamos a la ambulancia y lo llevaron rápido a la clínica. Quedó otra vez internado, esta vez en terapia intensiva. Era el 12 de noviembre cuando el médico habló con nosotros, nos dijo que nos preparáramos para lo peor, que sólo era cuestión de tiempo. Mamá y Paula lloraban desconsoladamente. Yo me quedé en silencio con la vista perdida. No entendía que podía llegar a perder a mi papá, a mi viejo, a ese fanático que estaba a tan sólo una semana de ver realidad su sueño.
Los días siguientes nos fuimos turnando para hacerle compañía. Le hablábamos en voz baja para no molestar a los demás. Yo le contaba que estaba todo dado para que aprueben la ley, aunque algunos vecinos de Boedo se quejaban porque no querían un estadio en el barrio. Mamá y Paula le recordaban lo mucho que lo amaban. Pero el viejo no despertaba.
Llegó el 15 y yo me quedaría esa noche con él. Había llevado una radio a escondida, ya que durante el día se rumoreaba que la legislatura porteña trataría el proyecto de ley esa noche y no el 22 como estaba previsto. No sabía si podía pasar o no con la radio, pero por las dudas la oculté. Me puse un auricular y pasaba las estaciones constantemente, buscando alguna emisora que hablara de lo que estaba pasando en capital. Al rato, escuché la noticia que esperaba: habían aprobado la Ley de Restitución Histórica.
-   ¡Volvimos viejo! – le susurré al oído - ¡Volvimos a Boedo!
No recuerdo si esperaba que papá reaccionara ante la noticia o no, pero sí recuerdo que unos segundos después comenzó a sonar el pitido de la máquina que controla su corazón. La enfermera llegó corriendo y me sacó de ahí al instante. Luego entró el médico. Y yo me quedé parado, en el pasillo, sin saber qué hacer.
Ese día volvimos a Boedo, y ese día perdí a mi viejo. Nunca sabré realmente si pudo escuchar la tan ansiada noticia o no. Todas las noches en la cama, antes de ir a dormir, pienso en él. Y con una sonrisa, me gusta creer que sí.

Me hiciste llorar la concha tuya.

Desconectado tommy_casla

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Estación terminal

La cabeza se le fue inclinando hasta quedar apoyada contra la ventana sucia o empañada o ambas cosas. Abrazó su mochila apretándola fuertemente contra su vientre. No pudo discernir si tenía frío o calor. Por si acaso se dejó puestos los abrigos, aunque se bajó el cierre del cuello de la campera y se desencapuchó. Con los auriculares puestos, simplemente tuvo que darle play a la última reproducción.

No le preocupaba quedarse dormido, fundamentalmente, por dos razones. Primero,  porque el sueño no fue nunca muy amistoso con él. La relación era tan chocante a tal punto que había noches en la semana que se acostaba muerto de sueño y quedaba horas mirando el techo. O la clásica de los fines de semana en las que podía dormir hasta el mediodía o más. Sin molestas alarmas chillando “levantate – andá a trabajar – no llegues tarde – te van a romper las bolas – no llegues tarde – te van a rajar”. Claro, podía… pero las ganas de mear o algún sueño inquietante (del que sólo conservaba la inquietud mas no el recuerdo) lo levantaban de la cama. Y así volvía a acostarse, desganado, desvelando, mirando el celular derrotado para revisar un reloj por compromiso.

El sueño resulta complicado aún a la hora de hablar de él. Mirá cómo será que perdí totalmente el hilo de la narración. Creo que estaba en… sí… eso. Estaba en lo de “primero…” (enumerando vaya a saber qué) y me colgué. Pero bueno, indefectiblemente debe venir –al menos- un “segundo…” o algún término que ocupe ese lugar. De lo contrario estaría haciendo abuso de la confianza del pobre tipo que intenta seguir con atención este relato. En qué problema lo estaría metiendo si lo que debiera pasar no pasa. En fin. Punto. Segundo, decía. Él está ahí, acurrucado en el asiento del vagón porque no le preocupa caer en el letargo del sueño. Si se diera ese milagroso acto tampoco sería un problema. El no va a pasarse de largo. Va a llegar a su destino sí o sí porque es la estación terminal. El fin del recorrido. No hay nada después.

Una sacudida lo desacomoda de su comodidad. Se afianza sobre el asiento, la espalda erguida contra el respaldo. Intenta divisar por la ventana dónde está, pero no ve un carajo. Sólo una oscura pared, interrumpida por efímeros y simétricos instantes de luz –de emergencia-. Desiste en su tarea. Mira el reloj para calcular cuánto falta, en cuánto debería llegar. Pero tampoco lo logra. Aún peor, se da cuenta que ni siquiera recuerda a qué hora tiene que entrar al laburo, ni a qué hora salió de la casa de su novia. Empieza a pensar que algo no anda bien. Si tan sólo encontrara alguna pista, algo en qué sustanciar su intuición. Pero nada, el resto del vagón inmutable. Cada persona sumergida en su propio mundo: ¿cómo podrían notar algo si quiera? Cada par de ojos sumido en un celular, un libro, unos párpados.

Intentó hacer lo mismo. Encerrarse. Regresar a ese estado anterior en que se encontraba hace un momento. Pero era imposible. Ya no podría. Estaba inquieto, malhumorado, todo lo molestaba. Sobre todo esa banda, ese disco. Era como si hubiese estado sonando una vida entera. Y aún así no podía cambiar, porque cada tema le producía una curiosa y extraña novedad. Se volvió contra la ventana. Ahora estaba decididamente más empañada que sucia. Con el revés de la mano cerrada despejó el vidrio. Seguía la misma visión anterior. Idéntica. Eso lo enfureció. Decidió no moverse hasta llegar a la próxima estación. Y ahí bajaría, sin importar cuál fuera.

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« Última Modificación: julio 30, 2016, 15:47:04 por tommy_casla »
LA VUELTA A BOEDO ES UNA REALIDAD

Desconectado Jackal

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Arriba el post.
Leí mucho acá, y como prefiero no citar para no dejar a nadie de lado, les digo que me hace mas que bien leer tantos escritores, ya no anónimos por que han publicado acá ya, así que para todos, un abrazo.


Desconectado tommy_casla

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Que bueno que hayas subido el post Jackal. Últimamente ando a mil y me cuesta hacerme un rato para escribir pero trato de no perder la costumbre. Acá dejo lo último que pude esbozar:


Envoltorios


Miguel seguía debatiéndose con el atado de puchos sin abrir sobre la mano. Cubriendo con sus dedos el envoltorio. El paquete por debajo, guareciendo nicotina y tabaco enrollados en papeles. Extendiendo ahora la palma. Sopesándolo. Todavía en busca de ese dichoso punto de inflexión. Ese hito que ya había detectado sin querer, sobre el que se había detenido más de una vez en esa expedición introspectiva. Pero no podía ser. La cabeza no puede funcionar así. Semejante transformación no puede salir de tal boludez. Debía haber algo mayor. Más metido en el inconsciente y sobre el que un psicoanalista podría dar mejores explicaciones. Tampoco eso podía notarlo, aunque daba vueltas en su cabeza.

Mientras tanto su mano izquierda se sostenía firme en el aire. Como si buscara tantear ciegamente en medio de esos oscuros recovecos de la memoria.  Necesariamente libre para poder despejar cualquier maleza que fuera apareciéndose en su camino. La derecha, en cambio, había desarrollado cierta autonomía respecto del resto del cuerpo. Haciendo gala de ello, ya había destrozado el nylon, abierto la caja y sacado un cigarrillo. Todo en un movimiento que no por mecánico iba a perder su cuota de belleza.

Una vez que tuvo el cigarrillo apretado entre los labios, pudo reparar en esa secuencia. Ahora que, desnuda, esa mano se camuflaba sobre la otra cortándole una piel salida. Había sido algo efímero (aunque nunca lo suficiente para él). Había practicado el movimiento una infinidad de veces. Decenas de paquetes abiertos sin fumar. Con el único fin de lograr eso: esa mecanicidad como condición para aparentar naturalidad. Evitar cualquier paso en falso que demostrara que sólo tenía ese paquete de Marlboro en el bolsillo para cuando...

No, no. Eso había sido después. También debió influir, claro. Pero no más que esa pieza de dominó que recibe su carga por la espalda y no puede hacer más que repetir esa fuerza hacia adelante. El golpe inicial. Eso buscaba él. Esa mano que inicia todo con sólo mover suavemente el dedo índice. Ya no sabía ni para qué (si es que había una razón) pero debía encontrarlo. Sacó el Bic negro del bolsillo y le dio fuego al pucho. Una serie de pitadas y lo retiró con la mano derecha que ahora le facilitaba el encendedor a la izquierda. Aunque él no podía dejar pasar por alto esa nada inocente ofrenda. Le significó un fuerte regaño con la mirada a la cínica mano que se burlaba de las tinieblas en que ellos habían quedado sumergidos.

Una negritud peor que la de ese pobre objeto que había quedado metido en un embrollo que no le correspondía. Un par de pitadas más y junto al humo iban esfumándose también sus ganas de pensar. El encendedor jugueteaba entre los dedos izquierdos cuya inocencia podía ser confundida con idiotez. Un desliz lo hizo patinar y estrellarse contra el suelo.

Un estruendo fuerte, metálico, familiar.

Los ojos de Miguel se abrieron como nunca. El sonido del golpe fue la alarma que lo despertara del letargo. Una simultánea mezcla de sensaciones que se cristalizaba en una imagen suya. Hace varios años...

Era la misma caída. Esa misma torpeza. Era la vergüenza. Su rostro rojo. Y ahora sí, nuevas imágenes, nítidas, reales. Una línea de tiempo que se resquebrajaba mediante saltos discontinuos, brincos de alegría. Se ahogaba con su propio humo y las toses tenían justo a carcajadas. Un pasado anterior. Debía serlo. Aunque parecía distorsionado. Él no tenía esa barba entonces. Y esa panza tampoco, ni siquiera ahora aún. Una sombra. No. Una persona. Tal vez. Algo difuso que contrastaba con la transparencia del resto. Un rostro iba aclarándose hasta verse una mujer. No. Varias mujeres. Y todas una. Una pregunta. “Disculpa, ¿tenés fuego?”

El “no” como respuesta. Constante. La vergüenza. Injustificable. Pero real. No podía ocurrir más. No iba a ocurrir más. Una decisión tomada. Siempre encima. Y ahí si. Una nueva respuesta. “Sí, tomá.” Pero alguna desconfianza. Esperable. Posible. El miedo ante una nueva pregunta. El “no fumo” como peor respuesta posible. Latente. Más preguntas irrespondibles. Y ahí con las manos temblorosas, tendiendo ese objeto tan preciado...

Un estruendo. Fuerte. Metálico. Familiar.


La vergüenza.

Seguía comprando la misma cantidad de paquetes que terminaban en el mismo tacho de basura. Pero los cigarrillos ya no morían ahí. Tampoco en otras manos distintas con gesto idéntico.

Era esa la vergüenza.

Tiró la colilla junto al encendedor que todavía seguía en el piso. Se miró las manos. Improvisó una sonrisa amarillenta. Nunca había tenido las uñas tan largas.
LA VUELTA A BOEDO ES UNA REALIDAD

Desconectado DarkSL1908

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la puta madre, me siento choto escribiendo ahora.

yo no escribo asi, escribo como se diria? a lo bucay?

dejo algo y me dicen que les parece:


"No tomes algo para dormir. Toma algo para olvidar. Dejo un herida sin cicatrizar"


"Cuando el corazón atraviesa a la mente, es difícil, volver a creer"


"Hay que encontrar la Paz, antes que la eternidad"

"No es malo irse a dormir Llorando.
Malo seria levantarse y No hacerlo Sonriendo!
Un dia nuevo, es una chance nueva!"


"aprendi que no siempre es porque falte algo!
Sino porque a veces necesitamos eso!
No confundamos al corazón, gritando con la mente.
Hay que divertirse, pero que nadie salga herido"


______________


A veces escribo textos largos, pero no se...un dia publicare alguno. por ahora, solo hago autoayuda, por todas las malas cosas que ando pasando.



Desconectado Pablo

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La primera historia de una serie de crónicas en base a un mundo futurista y distópico en el que luego de la llamada "La Última Gran Guerra" el planeta quedó devastado y las grandes empresas tomaron el control político del mundo. En este mundo se rinde culto a la belleza con altísimo estándares de cómo lucir y los artículos a consumir para estar a la moda, incluso estar "fuera de moda" es ilegal ya que se plantea que los errores del Viejo Mundo fueron por culpa de la fealdad de las personas. Dejo esa introducción para que se entienda un poco la idea:

I

Ya era medianoche cuando la lluvia comenzó a aminar, los últimos vestigios de las grises nubes se alejaban arrastrándose como caracoles dejando entrever una fuerte, grande y radiante luna, redonda como una gigantesca horma de queso flotando en medio de un cielo estrellado.
Chandler cruzó la calle esquivando los pequeños charcos que amenazaban con manchar las zapatillas que se había comprado en el día de ayer por la tarde, era el último modelo que se había anunciado por el cosmovisor, estaban hechas con cuero de canguro o algo así, cualquiera creería que los canguros ya estarían extintos pero no, cordones de seda artificial, talonera alta, las había disponibles en cuatro colores: blanco con tiras negras, negras con tiras rojas, verde con tiras plateadas y amarillas con tiras fucsia. No entendía por qué hacían las amarillas ¿quién diablos usaría unas zapatillas amarillas con tiras fucsia? Nadie las había comprado, los stocks de los negocios estabas atestados de zapatillas amarillas con tiras fucsia, nunca nadie las usaría, jamás verían la luz del día.
Mientras ponía el pie en la vereda recordó cuando compró las suyas:
Estaba merendando una barra de cereal cuando la sirena del cosmovisor se anunció, tres segundos después apareció Roy Stillman flotando como un espectro fantasmagórico frente a los atentos ojos de Chandler, Roy estaba de perfil corriendo por una playa con el mar de fondo, un cielo tan celeste como sus ojos y un Sol grande y anaranjado que hacía recordar a esas pelotas de fútbol que se usan cuando nieva, claro que el último partido de fútbol se había jugado hacía ya cientos de años. El ambiente estaba encantado con el sonido arrullador del mar y los graznidos de las gaviotas surcando los cielos. De repente Roy se detuvo y lo enfocó un primer plano que permitía verle el sudor deslizándose desde su frente hasta su pómulo para descansar unos segundos en su barbilla antes de suicidarse lanzándose al vacío. Sus pupilas eran oscuras, pequeñas e hipnotizantes, cada una parecía una solitaria isla en medio de un infinito océano de agua pura y cristalina.
Roy miró fijamente la cámara y dijo:
- ¿No están hartos de esas zapatillas con talonera baja? Es decir, ¿qué es esto? ¿La edad de piedra? Mi abuelo usaba zapatillas con talonera baja y ¿saben qué? él ya está muerto.
Chandler bajó su mirada, extendió un pie y vio unas zapatillas verdes relucientes, la suela aún estaba casi blanca, pero la ira se apoderó de él cuando vio que sus tobillos estaban a la vista. Su mirada como relámpago volvió a clavarse en el cosmovisor.
- Es por eso que yo uso las nuevas Adike °360, su talonera alta protege mis tobillos como si estuviesen resguardados en un bunker antibombas y su diseño ergonómico permite que las plantas de los pies descansen como si estuvieran caminando sobre nubes, si el cielo existe los ángeles deben usar Adike °360 y sino deberían.
Entonces el primer plano fue para sus pies talla 43, 29 centímetros envueltos en blanco cuero de canguro (si, era cuero de canguro) luego la cámara volvió a tomar un primer plano de la cara de Roy, su frente ya estaba seca, y con una sonrisa con dientes perfectos y blancos como perla dijo:
-Usa las Adike °360. Sé original, estate a la moda.
Acto seguido el cosmovisor se apagó, cuando esto pasó Chandler ya estaba de pie y apenas el holograma desapareció se dirigió hacia su mesada, abrió el cajón y tomó el único objeto que había dentro, una tarjeta. La tenía allí, siempre preparada, para ahorrar tiempo, él sabía que en cuestión de minutos la sucursal de Adike dentro del Centro Comercial estaría colmada como playa en verano. No podía permitírselo.
Bajó las escaleras corriendo, vivía solo en un quinto piso y el ascensor podía estar en el piso treinta y dos o tal vez más, no podía arriesgarse a perder ese valioso tiempo, si bajaba corriendo y tomaba su bimotor llegaría en cuestión de pocos minutos. Luego lo pensó de nuevo a la vez que bajaba las escaleras como si el edificio estuviera en llamas y la gente de arriba estuviera gritando por el dolor de sus cuerpos calcinándose. Por un momento le pareció escuchar los agónicos gritos.
 
No por favor, no te vayas, vuelve, mis hijos... mis hijos se están volviendo carbón, ayúdanos, ayúdame.

Luego entró en razón, a por lo importante.
-Las calles a ésta altura ya estarán atestadas - pensó. Correr era una mejor idea, si, iba a correr, en la práctica tardaría menos.
Apenas cruzó el umbral de la entrada a su edificio puso quinta velocidad y se dijo a si mismo en su mente.
- Es culpa de estas zapatillas, si tuviera las Adike °360 correría más rápido, me cansaría menos, mis talones estarían más seguros, son ergómicas o algo así.
Era rápido, muy rápido, dejaba atrás a la gente que caminaba por la vereda.
- Pobres ilusos, tontos, fracasados. Ellos no saben, no estaban en sus casas, no vieron el cosmovisor, no saben. Anticuados, casi siento lástima por ellos, el ridículo que pasarán.
Vió a otras personas que también estaban corriendo pero no tan rápido como el así que los dejó atrás, otros que estaban caminando se sumaban a la carrera al ver que alguien corriendo los pasaba, no sabían con exactitud por qué tenían que correr, pero lo intuían, era ya algo bastante habitual, cada vez más. También quedaban atrás.
Su remera aporada estaba empapada en sudor, no debía ser así, el comercial había prometido nada de sudor con esa remera, de seguro no era sudor, lo más probable es que haya habido una leve llovizna que no percibió, eso tenía más lógica, ellos habían prometido que no habría sudor. Su ritmo cardíaco estaba en frecuencia máxima. La frecuencia cardíaca de un hombre es, aproximadamente, 220 menos la edad del sujeto. Cuando nos exigimos la frecuencia cardíaca aumenta a la vez que aumenta la demanda de oxígeno, cuando nos seguimos exigiendo el corazón se rinde y entra en una meseta, no importa cuanto sigas corriendo no latirá más que eso, en la práctica nada se proyecta hacia el infinito.
Corrió las seis cuadras casi con marca de velocista hasta llegar al Centro Comercial entró y se detuvo, jadeaba, todo el aire del mundo era insuficiente a sus ojos, o para sus pulmones en realidad, giró el cuello hacia la izquierda.
Demasiado tarde, por lo menos trescientas personas estarían a la moda antes que él, la mediocridad de un fracasado.

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San Lorenzo de Almagro


En la cuna de calles de tierra
con un sol que bramaba la tarde
diez muchachos, no más, tal vez once
con las ropas de harapo y miseria
correteaban pelotas de trapo
que les cocía a mano
alguna madre buena

Cierta tarde asomado a su sueño
un buen cura, no fue uno de tantos;
les habló y al abrigo del santo
supo amor y pasión albergar
solo una cosa les pedía a cambio
que sus pobres almitas guardasen del mal
y uno a uno, aquellos muchachos
supieron que el cielo guardaba un lugar

“Los forzosos” llamaron al grupo
no por nada, sino por llamar,
por tesón, por la fibra y la garra
por que eran purretes, humildes, no más

Poco a poco ganaron confianza,
gol a gol y de paso un sermón
la virtud en el campo, en la vida
sueño eterno de un gran vencedor

Una tarde, cuando el barrio dormía
El curita, Lorenzo, soñando tal vez
con las manos repletas de gozo
los pintó de azulgrana a los diez

Fue la primera victoria en la cancha
seguirían las otras después;
los purretes que ya eran muchachos
a la idea chica la hicieron crecer

San Lorenzo fue el nombre elegido
de Almagro la savia que lo iluminó
las raíces del sueño, la gloria, la garra
que hizo el linaje del viejo Ciclón

Después fue la cancha, el tablón, la locura
la hinchada que canta con tanto fervor
pasando al olvido cualquiera amargura
te lleva en la sangre, querido campeón

De tu templo sagrado salieron virtuosos
del básquet, el fútbol, patín, natación
industria gloriosa de grandes figuras
que bajo tu amparo gritaron “¡campeón!”

Y luego la vida.. las buenas y malas
ayer alegría, mañana no sé
quedó sola y triste la vieja avenida
que todos los días nos pide volver

Colores del alma, que pintaron sueños
Azul es el cielo y rojo el amor
Seguro algún día, tranquilo y sereno,
junto con mi viejo gritemos un gol

Me gusta.

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Bueno.
Lo mío, que ya publiqué aquí, es medio tanguero, pero también está SL.
Tuve el honor que un amigo lo leyó en la casa del vitalicio.
Boedo

La editorial Claridad ilumina la ciudad
desde una avenida de Buenos Aires,
donde, bajo la luz de los faroles,
está Clara Beter,
esperando pasiones efímeras,
poetas y escritores enamorados de ella,
una quimera inexistente,
diosa del pueblo,
al mismo tiempo mito y realidad.

Boedo es una cancha de fútbol
de tablones vivos y crujientes,
su equipo el alma de ese pueblo,
alguna vez desterrado a una cancha de nadie.
Su vuelta al barrio es un sueño cumplido,
otro una copa escurridiza
buscada como si fuera la última.

Boedo es una música triste,
cantores desvelados en milongas,
un instrumento que vive con el aire,
gente que baila un carnaval,
Homero Manzi buscando
el lado oscuro de la ciudad.

Boedo es su gente,
jubilados jugando al truco,
mujeres que charlan en una tienda,
parejas que vuelven a su casa
bajo la luna que vio Álvaro Yunque,
obreros retratados por Adolfo Bellocq
y chicos que salen temprano.

Boedo es barrio,
historia de Buenos Aires,
cantores y escritores la narramos,
¡que no sean cuatro hijos de puta
los que borren esta identidad!

Desconectado betoeltano

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Y éste es un cuento sobre un arquero de provincia.
Donde el fútbol se vuelve cosa de personas de verdad.

El 1

El sol de la 4 de la tarde pegaba fuerte en su cabeza. No había nada de sombra en esa pequeña cancha. El público se amontonaba en la tribuna situada a lado de la banda lateral, presionando a los equipos y al referí.
El partido parecía fácil. Necesitaban los tres puntos para seguir con la ilusión del ascenso y el equipo rival no se presentaba en su mejor momento.
A él, Ángel, el experto arquero del equipo local, no le gustaban estos partidos. Poca participación y mucha responsabilidad. Observaba como sus compañeros desperdiciaban una y otra oportunidad de gol.
Primero fue el Cebolla, quien recién comenzado el partido había enviado al cielo un centro perfecto de Juanito. Luego otros goles fueron errados por el mismo Juanito, otros por el Cebolla y por el tanque Rodríguez, el centrodelantero.
Ahora, ya a mitad del segundo tiempo, la hinchada empezaba a murmurar. La tensión crecía con el pasar de los minutos. Ángel empezó a sentir envidia del arquero contrario. Él no tenía tiempo para pensar, para ponerse nervioso. Toda la tarde la había transcurrido ordenando la defensa, descolgando centros, discutiendo con el referí. Ángel llegó incluso a envidiarle la tarjeta amarilla que el árbitro le mostró por retrasar el juego.
La gente le gritaba “amargo, te conformás con el cero”, pero por lo menos lo miraban; el arquero rival estaba en el centro de la atención. Hasta su hijo Mario de 8 años, público de todos los domingos, se desinteresaba de Ángel.
Al minuto 88, el arquero rival logró sacar un tiro libre de Cebolla del ángulo derecho de su arco y ya pintaba como el héroe de la tarde. Ángel miró a su hijo y fue sorprendido por su expresión admirada.
En ese momento tomó su resolución. Esa tarde, él, Ángel Ramírez, de 35 años, arquero conocido y respetado por todos en el torneo Argentino B, iba a cumplir su sueño. Esperó hasta el minuto 91, en tiempo de descuento.
Su equipo seguía atacando, presionando, pero sin contundencia. Él referí acababa de asignarle un lateral derecho en ataque. Ángel lo hizo, después de 16 años de honorada carrera, lo hizo. Salió corriendo del arco y cruzó la cancha, veloz como un pibe de 17 años.
La hinchada lo miraba asombrada. Él técnico estaba enloquecido:
-   ¿Qué hacés, Ángel? Volvé, la pelota está en juego. ¡Volvé!
Sin embargo, Ángel seguía acercándose al área. Sentía que estaba aproximándose a la oportunidad de su vida, a su desquite. Al fin algo de gloria para él, que había dado vuelta a medio país sin nunca lograr llegar a jugar en primera. Para él, que a sus 35 años era un simple laburante de la pelota… Y seguía acercándose.
En la jugada hubo un rebote. La pelota, que había salido del área rival volando por el aire, estaba cayendo cerca de Ángel. Era lo que estaba buscando. La miró detenidamente, cargó la zurda y le pegó. El esférico salió como una bala de cañón a ras del piso, recorrió los 25 metros que lo separaban del arco rival y se metió inexorablemente en el ángulo derecho.
Lo había logrado. Al fin el grito de gol era para él. El grito de gol que siempre había vivido de lejos, mirando la celebración de los demás, sin ni siquiera una mirada para él. El grito de gol que tanta veces había sufrido en su contra y que lo había hecho sentir tan responsable de las derrotas y tan poco de los triunfos.
Sabía que su técnico nunca le perdonaría esa locura. Sin embargo, su equipo había ganado y había valido la pena. Había valido la pena correr hacia su hijo, ver a Mario feliz gritando con las lágrimas en los ojos, sentir el aplauso y el canto de la hinchada.
Esa misma tarde, después del partido, el técnico lo convocó y le dijo:
-   Ángel, sabés muy bien que no puedo perdonarte esta locura. Igual, gracias. Ahora podés retirarte sin remordimientos.
Ángel se despidió de sus compañeros el martes después del partido pensando que nunca más en su vida volvería a pisar una cancha de fútbol.
Pasaron las fechas y el equipo llegó al partido final para lograr el ansiado ascenso. Justo en el último partido antes de la final, el nuevo arquero titular, "el rebotero" Toni, se había lesionado el hombro.
Ángel, que nunca había abandonado a su equipo, convirtiéndose en maestro de los arqueros juveniles, vio llegar al director técnico de lejos, mientras recogía pacientemente los balones desparramados por el pasto.
-   Hola Ángel. Te necesitamos.
-   Tienen a Mario.
-   Es muy inexperto y es una final. Además, te la debo. Si llegamos fue por tu locura.
-   Era lo último que iba a hacer en una cancha de fútbol. Parece que hay algo más.
-   Sí. Pero esta vez me mantenés los pies clavados en el área. Nos vemos mañana por la tarde.
Ángel puso todos los balones en la red, los cargó en sus hombros y se alejó sin mirar atrás.

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Hola cuervxs,

yo escribo también hace un par de años. Quiero decir que hace un par de años voy a talleres de escritura. Pero ahí por ahora no salieron relatos futboleros.
Antes de eso un par de veces escribí textos muy breves que tienen que ver con el Ciclón. Las dos veces en la previa de instancias cruciales de nuestra historia.
Había escrito otro que me gustaba mucho y lo perdí. Ese no tenía relación con ningún partido, pero contaba una tarde que mi viejo me llevó al Gasómetro de Avenida La Plata un día semana y nos metimos en el vestuario local, vacío. Después de un rato subimos la escalera del túnel y salimos al campo de juego, lo recorrimos juntos. Recuerdo imborrable que tal vez algún día vuelva a escribir.

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Tengo - escrito el 22 de junio de 2012


Tengo el muñequito de un jugador de San Lorenzo, esos tipo de torta de cuando éramos chicos, parado en mi escritorio desde hace un par de años.
Tengo una medallita por haber corrido la maratón de Boedo en el bolsillo derecho de mi pantalón, y otra de bronce, grande y con escudo en colores, colgada de la ventana.
Tengo fotos de los Matadores pegadas con un imán y medio tapadas por dibujos de mis hijas.
Tengo una colección de camisetas del Ciclón de distintas épocas, y muchas azules y rojas de otros equipos del mundo.
Tengo bufanda y gorritos de cancha que ya son vintage.
Tengo un banderín arrugado y una bandera deshilachada en la cual el azul va virando al violeta, año tras año.
Tengo un pedazo de tablón del Viejo Gasómetro
Tengo bien guardado en el archivo mental algunos retazos de infancia: canchas de madera, el olor de las pelotas de cuero, pantaloncito bicolor, indestructibles camisetas de piqué.
Tengo la garganta rota de gritar tus goles y los mil insomnios de la derrota.
Tengo el escalofrío de una tarde de agosto de 1981 como fecha de nacimiento de mi fidelidad.
Tengo las inevitables historias de cancha, con mi viejo, mi hermano, mi abuelo, los amigos de la vida y con esos cuervos que te hermanás durante 90 minutos y nunca más volvés a ver.
Tengo una hija declarada hincha de San Lorenzo sin que yo haga nada, desde chiquita se ponía mis camisetas que le quedaban como vestidos, y se paseaba por la casa con la 10 en la espalda.
Tengo la ilusión desmedida de volver a Boedo.
Tengo un remolino en la panza, miedo,  ansiedad y una tremenda necesidad de desahogo.
Tengo bronca por todo el mal que te hicieron, desde adentro y desde afuera.
Tengo la necesidad de decirte que estás vivo, aunque muchos ya te estén cavando la fosa.
Tengo la loca sensación de que el domingo se escribe una nueva página de tu vieja historia, una de esas tardes épicas que cada tanto sabés regalarnos.
Y si en el peor de los casos, la cosa se pone muy negra, te tengo a vos, San Lorenzo de Almagro,  clavado en el centro de mi corazón.