Linda nota de la revista un caño:
http://revistauncanio.com.ar/los-siete-locos/garoto-de-ipanema/
Garoto de Ipanema
Narciso Doval fue ídolo de San Lorenzo, Flamengo y Fluminense. Brilló en Buenos Aires y en Río de Janeiro. La vida de un jugador idolatrado por los hinchas y amado por las mujeres.
Un beatle nacido en Palermo. Un playboy porteño. Un argentino que conquistó Río de Janeiro. Un crack que brilló en cada cancha que pisó. Un futbolista adorado por los hinchas de San Lorenzo y querido por los de Buracan. Todo eso fue Narciso Horacio Doval, aquel dandy que resumió en su rubia cabellera la locura de las décadas del sesenta y setenta. Porque no muchos Locos se ganaron el apodo tan en buena ley como este delantero que ningún hincha de más de cincuenta años pudo olvidar jamás.
“Una vez, mientras estábamos concentrados en el Hotel Argentino, tomé el ascensor con él. Paró en el primer piso y subió una mujer, extravagante, que tenía un collar de perlas muy llamativo. En un momento, Doval se puso detrás de ella, le apoyó el dedo en la espalda y le dijo: ‘íArriba las manos!’. La mujer pegó un grito tremendo. Yo le expliqué que se trataba de un chiste, pero no quiso saber nada. Bajó y se quejó en la administración. Me llamaron, hice el descargo pero le tuve que aplicar al Loco Doval una multa de diez mil pesos. Después bajamos a cenar. En una mesa se sentaban Veira, Doval, Casá, Areán y Carotti. Sí, era una mesa brava. La fulana también estaba cenando. Cada tanto se daba vuelta y lo miraba al Loco, que tenía una facha impresionante. En un momento, Doval le grita desde la mesa: ‘Ni me mirés, ¿eh?, que ya me saliste diez lucas’. Este guacho la seguía cargando, como si nada hubiese sucedido”. Juan Carlos Lorenzo explica mejor que nadie la personalidad de Doval.
El Loco Doval nació en 1944, cuatro años después que John Lennon y Ringo Starr, dos más tarde que Paul McCartney y uno que George Harrison. O sea que fue el Beatle menor. El único problema fue que nunca conoció a los muchachos de Liverpool. Un tema menor, porque el estilo de vida es lo que cuenta. Era un fenómeno de jugador, pero primero era un personaje de revistas. Siempre bien empilchado, siempre de punta en blanco, siempre rodeado de hermosas mujeres. Era tan irresistible para el sexo opuesto como imparable para los defensores. Desde el día de su debut hasta el día de su trágica muerte, siempre fue protagonista. No pasó desapercibido este Loco.
Juvenal escribió en El Gráfico: “Una tarde de Abril de 1964, la gente fue a la cancha de San Lorenzo, a ver las nuevas figuras de R*cing: Menotti-Bayo-Maidana. Esa misma gente salió hablando de San Lorenzo y sus pibes. Sobre todo de uno, prácticamente desconocido para los no hinchas de San Lorenzo. ‘¿De donde salió ese Doval? Es un fenómeno’. Esa tarde, la sangre nueva del Ciclón, le dio un toque de novela a los consagrados de la academia. Sobretodo Doval y Casa. ‘Siempre jugué por el medio, de insider o centroforward, necesito campo para moverme’. Hizo de todo, era un torero llamando al toro, era el potrero rebosante de picardía y desenfado, ERA EL FÚTBOL hecho amague, pisada, toque claro, pique corto, freno y cambio de dirección.”
En la primera parte de la década del sesenta, Doval formó parte de uno de los equipos más recordados de la historia del fútbol argentino: los Carasucias. Le tomaron prestado el nombre a aquella Selección que brilló en el Sudamericano de Lima en 1947, pero se ganaron su propio reconocimiento. Eran cuatro jóvenes talentosos y revoltosos en todo el sentido de la palabra: Doval, Fernando José Areán, Victorio Francisco Casa y Héctor Rodolfo Veira. Nano, Manco, Bambino y Loco. Los Fab four de Boedo, por supuesto. Fue el mejor contexto para que el genio de Doval creciera sin ataduras, con libertad.
No ganó ningún título pero dejó una huella imborrable en el Gasómetro. En 1969 y tras un breve paso por Elche de España, aterrizó en su segundo -y a veces su primer- hogar: Río de Janeiro. Era la ciudad perfecta para un bon vivant como él. Calor, fiesta, fútbol y mujeres. Además, su rubia cabellera lo convirtió en un jugador extravagante no sólo por su habilidad y su fortaleza, sino también por su aspecto físico. Si en Argentina ya tenía gran éxito con las mujeres, en Brasil se convirtió en un verdadero sex symbol. Los domingos brillaba en las canchas y los sábados en los boliches. Salía en la tapa de las revistas de la farándula y en las de deportes.
Este argentino que conquistó Río de Janeiro jugó cuatro años en Flamengo y dos en Fluminense. En ambas veredas dejó hermosos recuerdos y lo aman las torcidas de los dos clubes, lo que significa que lo ama la enorme mayoría de los cariocas. En el Fla ganó dos títulos estaduales, uno de los cuales se definió con un gol suyo en la final ante Flu. Y también obtuvo el torneo carioca con la camiseta tricolor. Por eso es tan querido en los alrededores del Maracaná. Porque, para ellos, el Loco de Ipanema es un carioca que nació en el lugar equivocado.
“Contratar a Doval siempre fue mi sueño. Yo lo veía como un jugador perfecto para Fluminense, aunque ya había sido ídolo del Fla. Era tan famoso como Zico. Una cosa increíble. Era un jugador espectacular, implacable en la definición”, afirmó alguna vez Francisco Horta, el presidente del Flu que logró fichar al argentino. Eso logró hacer Doval: que el presidente de un club se obsesione con una de las grandes figuras de su clásico rival y luche hasta conseguir contratarlo. Horta realizó un trueque que quedó en la historia del fútbol carioca: Doval, el arquero Renato y el lateral Rodrigues Neto llegaron al Flu y se fueron Toninho, Roberto y Zé Roberto. La hinchada de Flamengo jamás perdonó al presidente Helio Mauricio, que luego perdió las elecciones con Márcio Braga. Esa transferencia pasó a la inmortalidad en una canción de Jorge Benjor: Troca troca.
Apenas pisó Ipanema, Doval se enamoró de ese barrio, uno de los más famosos de Río. O se enamoró de las mujeres que por allí paseaban. En cualquier caso, convirtió a esa playa en su hogar. Allí formó junto a los músicos Paulo Sérgio Valle y Marcos Valle el “Trio Colírio”, que hacía suspirar a todas las garotas de Ipanema. Paulo conoció a Doval por un amigo en común: Binha, un muchacho que falleció joven. Se hicieron inseparables y enseguida sumaron al grupo a Marcos. Muchos galanes famosos y millonarios se sentirían intimidados por tanto carisma.
La playa era el hábitat natural de un muchacho como Doval. Allí podía hablar con decenas de mujeres y también jugar al fútbol cuando le quedaba tiempo. No necesitaba más para ser feliz. Pero no siempre las cosas le salían bien. En una ocasión, para escaparse de un marido furioso tuvo que nadar desde Rua Montenegro hasta el Arpoador, mucho más de un kilómetro. Otra vez, llegó con una bandera de Botafogo y provocó la bronca de sus amigos, que creyeron que se había vuelto más loco todavía. Él respondió: “Estoy enamorado de la hermana del jefe la hinchada del club y el tipo es grande y fuerte. Así que mejor estar prevenido”.
El periodista Sérgio Noronha, otro de sus grandes amigos cariocas, lo recuerda mejor en un informe de Globoesporte: “Era una persona divertida, yo nunca lo vi de malhumor. Le gustaba mucho la playa, tenía una gran forma física. Bebía poco, no fumaba y nunca tomó droga. Además, era durísimo, muy fuerte. Una vez se rompió la mano jugando al voley en la playa y se hizo atender en un veterinario, entre gatos y perros, porque era más barato. Aunque en realidad hacía esas cosas para divertirse. Era un verdadero hombre de Ipanema. Sólo quería jugar al fútbol, estar en la playa y enamorar”.
En un viaje a Francia con Fluminense, Doval se acercó a la cancha de tenis del hotel, donde estaban jugando un partido el presidente Horta con otro integrante de la delegación. Miraba con seriedad cada movimiento, prestando atención hasta al más mínimo detalle. El dirigente se sorprendió por la actitud del futbolista, pero la entendió cuando vio quién estaba jugando en una cancha vecina: una hermosa italiana. Al día siguiente, cuando Horta y su amigo volvieron al court para jugar la revancha, la cancha estaba ocupada. El Loco, vestido de riguroso blanco, con una raqueta profesional y todos los chiches, se divertía con la italiana. “Nunca había jugado al tenis en su vida, pero corría mucho y eso le daba cierta importancia al partido. La mujer estaba encantada. Cuando terminó el juego, me vino a preguntar a qué hora debía regresar en la noche. A las once, le dije. Poco antes de las ocho se fue con la italiana en su auto. Era un conquistador”.
Para Zico, Doval fue uno de los mejores socios futbolísticos de su vida: “Doval era irreverente, se entregaba al máximo en cada partido. Tenía ese espíritu argentino… era un gran jugador, de muy buena técnica. Y decisivo. Podía jugar por el centro o por la derecha. No tenía un juego muy bello, pero sí era un guerrero, algo que le gusta a la torcida. Y hacía goles. En realidad, jugamos sólo un año juntos, pero lo disfruté mucho”. Doval llegó a Brasil para reemplazar a Garrincha y se ganó el amor de todos por ser el Gringo.
En Argentina tuvo una muy buena carrera que pudo haber sido mejor. Tim se lo llevó a Flamengo en 1969, después de romperla durante seis temporadas en San Lorenzo. Dos años más tarde tuvo un desacuerdo con el estricto director técnico Yustrich y volvió para jugar en Buracan, donde se reencontró con Veira y Rendo. Allí estuvo un año, en la génesis del inolvidable equipo campeón de 1973. Tras brillar en Brasil regresó a su primer amor en 1979, una triste época para el club de Boedo. Se retiró en 1982, jugando para New York United.
Su momento más triste como futbolista fue en 1967. Durante un vuelo con el plantel de San Lorenzo, hubo un incidente que marcó su vida. Una azafata denunció acoso sexual -algunos dicen que le tocaron el culo, otros que fue algo mucho más grave- de un futbolista y Doval asumió la responsabilidad porque era el único soltero del plantel. Es decir, que para salvar a un compañero, debió soportar una suspensión de un año. Sí, en aquella época la AFA tomaba medidas así de estrictas cuando un jugador rompía una regla ética y de convivencia. Esa sanción no le permitió formar parte de los Matadores, el equipo campeón invicto de 1968. Cuando volvió, ya tenía su cabeza en Brasil.
“Siempre me consideraron el loco, el díscolo, el liero. Loco porque de chico me tenían que llevar de una oreja a la escuela para que no me fuera a jugar a la pelota. Díscolo porque estaba pupilo y me escapaba a la casa de mi hermana. Y liero porque cambiaba el trabajo cada tanto; revendía vales de la triple en el hipódromo, sacaba fotos a los pibes del colegio. Me las rebuscaba como podía”. Doval sabía mejor que nadie por qué era el Loco.
Murió a la salida del boliche New York City, como un capricho del destino. Tenía 47 años y su cuerpo le dijo basta a la buena vida, a la diversión y a los excesos. A pesar de esa muerte violenta, nadie recuerda a Narciso Doval por esa noche, sino por todas las noches que la antecedieron. Su talento y su locura le dieron brillo a las dos ciudades más futboleras del mundo. Porque en Buenos Aires y en Río de Janeiro, el Loco -o el Gringo- es mucho más que un simple buen futbolista.
Bonus track :
https://www.youtube.com/watch?v=y4XMMRzv1OoPd: El servidor de la revista se cae bastante , si no funcan los link , paciencia , prueben que en algún momento carga
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