Qué curioso lo que le pasa al hincha de San Lorenzo. Los partidarios del clásico parecen siempre alegrarse por los progresos de Huracán, según su lógica, el crecimiento del Globo revitaliza el clásico. Yo a estos hinchas les recordaría que un componente esencial de cualquier clásico es la rivalidad, y cuando existe rivalidad, difícilmente uno le desee el bien al club con que rivaliza. Luego, están los detractores del clásico, que, curiosamente, odian a Huracán y quieren verlo hundido, desaparecido. A estos cuervos les atendería que, por mucho que nieguen el clásico, no se puede negar que, cuando existe ese odio, rivalidad hay.
Yo soy un apasionado de la Historia y, por tanto, siempre lo fui de la nuestra y de la del fútbol en general y el fútbol argentino en particular. Siempre fui un férreo defensor del clásico con Huracán, porque lo consideraba parte inalienable de nuestra historia, de nuestra identidad. Pero luego me fui dando cuenta de que mi defensa no coincidía con mi sentimiento. Una vez volvía a ver la definición del Clausura 2009. En vivo, yo había gritado el gol de Moralez y me había desternillado con el sufrimiento de los quemeros. Pero mientras volvía a verlo y veía las caras de sus hinchas, me entraron a dar lástima, sumado a lo que acostumbro a leer desde hace años en el post de PQ, la lástima se transformó en compasión. Me di cuenta que el clásico era una institución osificada por completo, que había perdido toda razón de ser deportivamente, y cuyo sentido sólo existía folklóricamente para aquellos hinchas que viviesen en Boedo y adyacencias. Yo jamás había conocido un hincha de Huracán, viviendo en Puerto Madryn sólo conocía hinchas de River y Boca y en muy menor medida de R*cing e Independiente, y por otra parte, Huracán tampoco nos competía en nada como para que pudiese tenerle un desprecio particular más allá del que impone la tradición. Mi viejo me crió diciéndome que Huracán era el máximo rival y, por ende, lo peor, lo más oprobioso de la existencia. Pero la historia es dinámica, la realidad cambia. El hecho es que una rivalidad existe cuando hay competencia. Los clásicos se gestaron generalmente por cercanía geográfica, pero no basta con la cercanía geográfica. San Telmo no es el máximo rival de Boca pese a que sus estadios estén tan cerca. Para que se forme un clásico, debe haber competencia: en principio, los equipos que se transforman en clásicos rivales, compiten por el predominio de un espacio, el barrio, la zona, la ciudad, la provincia, la región, finalmente, el país. Un caso claro es el de Banfield y Lanús, cuyos clásicos rivales originales son Los Andes y Talleres de Escalada respectivamente, y con quienes ciertamente no mantienen relaciones amistosas, pero que por su evolución terminaron enemistándose entre sí (cuando incluso habían llegado a ser parcialidades amigas hasta los '80) y transformándose en clásicos rivales.
San Lorenzo resolvió su competencia con Huracán hace rato y de forma contundente. Es unánimemente reconocido como uno de los cinco grandes del fútbol vernáculo, es el cuarto club más ganador del profesionalismo, el tercero en la tabla histórica de puntos, supera en el historial a Huracán por una ventaja mayor a los 30 partidos, ha conseguido finalmente éxitos internacionales (la cuenta "pendiente" en opinión de muchos), y en consecuencia, se transformó en un club nacional: San Lorenzo tiene hinchas en todos los puntos del país, por supuesto que una menor proporción que Boca y River, pero tiene su representatividad. Boedo es la esencia de San Lorenzo pero San Lorenzo no es sólo Boedo, lo trasciende. San Lorenzo maduró, se hizo grande y se abrió paso al país, Huracán jamás pasó de la infancia, nació y se quedó en el barrio, como el hijo que no supo independizarse y sigue viviendo con los padres, recordando las viejas rencillas infantiles que mantenía con su hermano mayor para ver quién era el mejor. Su hermano mayor ya no lo mira competitivamente, sino con cariño. Una vez que la competencia termina, la rivalidad se extingue. Pueden perdurar los ecos del pasado. Huracán, por cierto, no es un club con el que un cuervo vaya a simpatizar, pero no necesariamente debe odiarlo. Los cuervos del interior, en su mayoría, seguro entenderán mejor esto. Yo viví la mayor parte de mi vida como hincha de San Lorenzo odiando a Huracán sin saber por qué (es decir, sin un fundamento que no fuese más allá de la mera tradición, de lo que "dicta la historia", porque "es y siempre fue así"). Hoy podría seguir careteándola y decir que mi máximo rival es Huracán, pero aún cuando lo hiciese, serían palabras vacías, porque no es lo que siento en absoluto. Huracán no me molesta para nada, aunque lo intente, no me sale odiarlo, desearle la desgracia. En mi ciudad simpatizo con un club, un club que tiene su clásico rival y al cual detesto con el alma. De hecho, ese club que me genera la mayor aversión se ha enfrentado oficialmente con Huracán (en la B, dónde más) y yo deseé la victoria quemera, porque ni se compara lo que siento la rivalidad respecto de uno y otro. Una es una rivalidad real, concreta, y la otra es apenas una rémora del pasado.
Yo considero a Huracán como el máximo rival de un período de la historia de San Lorenzo. Hoy creo que San Lorenzo no tiene un máximo rival en el sentido de clásico rival como se entiende en la Argentina. Tiene un conjunto de rivales tradicionales (que serían los denominados grandes) con los que mantiene competencia en alguno u otro rubro (deportiva, por popularidad, etc), otros "modernos" y menores, ya sea por hechos puntuales (Newell's por los enfrentamientos de fines de los '80 y principios de los '90, en menor medida Argentinos por lo del '81), o artificialmente generadas y aguijoneadas por el periodismo cómplice (Vélez, que, pese al ninguneo del que muchos pretenden hacer gala, no se puede negar que despierta hoy en día cierta rispidez entre los cuervos, aún cuando no sea generalizado).
Por todo esto, yo viví el título de Huracán sin demasiado drama. Deseaba que ganase Central, pero no porque tuviese al Globo enfrente, sino por la simpatía que le tengo a los canayas (viví en Rosario y pude experimentar la afinidad concreta que los hinchas genuinos, no los termocéfalos, tienen con el Ciclón). En cierta forma me alegra por todos esos hinchas sufridos. Yo sé lo que es ser apasionado por un club y no creo que nadie se merezca penar tanto, hacerse tanta mala sangre. Así que, salud Globo, sé que la mayoría de sus hinchas sienten por San Lorenzo un odio visceral, un resentimiento absoluto y que si ellos pudiesen, nos desaparecerían. No me importa, me resbala. Seguramente si viviese en Boedo o Parque Patricios sentiría honestamente la rivalidad y no ilusoriamente como la viví casi toda mi vida, afortunadamente San Lorenzo es más que esa porción de la Capital Federal y pelea cosas más importantes que ascensos o el reconocimiento de un sexto lugar histórico. Respeto a todos los que lo sientan como clásico rival, pero, volviendo al inicio de mi mensaje, los invito a replantearse esa paradoja que expuse al principio. No creo que en ningún lugar del planeta exista otro club cuyos hinchas le deseen el bien a su más enconado rival.