en el interior abundan de esos, en mi colegio habian varios hinchas del tomba y se re asaban porque les cantaban que eran de river o de boca
Pero en el interior, exceptuando los equipos de grandes centros urbanos con mucha tradición dentro del fútbol nacional (cordobeses, rosarinos, santafecinos, etc), casi todos los futboleros somos "doble-camiseta". Y me hago cargo. En general tenés a tu club "nacional" (generalmente un club porteño o bonaerense con tradición en Primera, independientemente de qué división ocupe circunstancialmente) y a tu club "local". A mí me criaron hincha de San Lorenzo y del Deportivo Madryn, y soy de los dos. En principio no presenta un problema en pueblos y ciudades chicas en las que sus clubes tienen nulas o escasas chances de medirse con los de Primera (aunque hay excepciones, por ejemplo, mis amigos hinchas de Brown de Madryn y a la vez de River no sabían por quién carajo hinchar cuando jugaron entre sí en la B, nunca se habían imaginado que fuese posible), distinto sería ser de dos clubes que tradicionalmente pertenecen a la misma categoría. De hecho, no hay que irse muy lejos para encontrar "doble-camisetas" (que en el interior, repito, es casi la norma), entre los clubes de ascenso de Capital y Gran Buenos Aires hay muchos hinchas que son además hinchas de equipos de Primera.
Pero volviendo al topic, para no desvirtuar, la cristalización del Boca-River como el evento deportivo más relevante del país se dio aparejada a la de la polarización inducida por los grandes medios de comunicación, calculo que desde mediados de los '80 y especialmente con la explosión y masivización de las telecomunicaciones en los '90. Antes la distancia entre River y Boca, que siempre fueron considerados los más grandes pese a que Independiente les disputaba en lo deportivo, y el resto de los grandes, no era lo abismal que es hoy. Ni deportiva ni socialmente. Tenían más hinchas, pero la cosa estaba más repartida porcentualmente. El clásico entre River y Boca se transformó en puro marketing, un producto envasado preparado para su consumo masivo, alimentado por esa polarización creada artificialmente a partir de elementos más o menos reales (por ejemplo, la identificación de cada una de las parcialidades con un sector de clase, River con las élites, Boca con el pueblo, o con un estilo de juego determinado, River con el paladar negro y Boca con la garra y el sacrificio, entre otros). Los medios influyeron mucho en esa polarización, sencillamente porque vende. Lo peor de todo es que pretenden venderte que no hay un espectáculo deportivo de mayor envergadura en el país, o, más precisamente, más pasional, cuando cualquier futbolero medio sabe que un gran porcentaje de hinchas de Boca y River, sino el mayor, no sólo no son apasionados, sino que apenas llegan a la categoría de simpatizantes. El clásico rosarino es más pasional que un River-Boca, o, por lo menos, no lo es menos que éste. Y así con varios otros partidos.
Un Boca-River, como cualquier clásico, siempre genera expectativa en sí mismo, independientemente de las circunstancias en que se juegue y del andar de cada uno de los equipos. Pero de ninguna manera comportaba antes el evento deportivo cumbre del país bajo cualquier contexto. Hoy en día, no importa cómo estén estos dos equipos, cada vez que juegan entre sí, se supone que se paraliza el país (entiéndase bien, no los hinchas de ambos equipos, sino el país, es decir, que captura la atención completa de la totalidad de los aficionados al fútbol y por sí mismo). En cierto sentido eso sucede pero porque se ha inducido a esta situación. Se lo ha transformado en una especie de Superbowl criollo. No es casual que haya pasado a ser el "Superclásico" en lugar del clásico Boca-River o River-Boca. La misma idea de la "fecha de los clásicos" del esperpento del torneo de 30 equipos tiene por fundamento único que siga habiendo dos "superclásicos" en el año.