En algún tema anterior sostuve que no me gustaría estar en la cabeza del hoy ex-entrenador, porque el costo de oportunidad de cada decisión era tremendo y nunca sabrá si hizo bien o hizo mal. Ahora ha tomado una decisión arriesgada y cortando amarras con el club para el cual trabajaba en un momento inoportuno.
Se abren varios temas para analizar entre quienes profesamos esta religión laica y universal llamada San Lorenzo de Almagro. Primero constatar que para una persona independiente no somos lo suficientemente atractivos como para rechazar una mejor oferta económica. Esta debilidad nos genera frustración y la descargamos con quien legítimamente ejerce una opción racional. Hablamos de traición, cuando ésta sólo se verifica entre quienes existe un sentimiento de pertenencia que, seamos sinceros, nadie declamó y que desde nuestro lado no era general: una eliminación de la Copa Libertadores o un torneo mediocre hubiera generado idénticas reacciones que los días post-Catamarca.
En segunda instancia se le achaca al ex entrenador que faltó a su palabra, cuando a nosotros mismos nos cuesta mantenerla y que existe una situación sobrevenida e inesperada que hubiera relativizado las promesas ("te juré fidelidad, pero se me cruzó Scarlett Johansson") y se le contrapone a la actitud de los dirigentes del club que habrían rechazado su renuncia. Es cierto, si los dirigentes creyeron en un proceso a largo plazo al firmar dos meses antes lo esperable es que mantengan su palabra. Es lo normal y actuaron bien, pero si se dieran circunstancias nefastas pasaría lo que le pasó con el anterior entrenador, a no dudarlo.
En tercer y último aspecto, la objetiva, clara y decepcionante falta de oportunidad de la espantada del hoy ex-entrenador genera el único problema serio que es planificar un reemplazo urgente, de garantías y que aproveche algunas de las fortalezas del grupo humano del vigente campeón argentino, minimizando las debilidades, en un contexto cambiante con, a mi juicio más oportunidades que amenazas. Tal vez sea el momento de optar por gente vinculada sentimentalmente con el club, con un currículo aceptable y una línea de juego que mantenga el principio de protagonismo que se ejerció en la etapa que se ha cerrado abruptamente. En este perfil se me ocurren los nombres de Gorosito, Insúa y Cousillas. También puede optarse por una línea más profesional, de alto perfil, que es lo que requiere un club con las aspiraciones del nuestro, y en este grupo se me ocurren los nombres de Bielsa, Gareca y Bauzá. En ambas situaciones, me gustaría que los dirigentes hagan el esfuerzo por convencer al técnico que consideren más capacitado para el puesto. A mí me gustan Bielsa y Gorosito, que no son los que más suenan pero les veo jerarquía y compromiso. En un segundo plano, me gusta Gareca y los otros no me desagradan, sentimiento que abrigué cuando llegaron Ramón Díaz (las dos veces) o Caruso Lombardi.
Saludos extensos con las disculpas del caso