Leo todas la expresiones de dolor por la traición de Buffarini y los entiendo perfectamente. Alguna vez tuve esa misma sensación de mierda. La única diferencia es que lo sentí siendo adolescente, por eso siendo muy joven aprendí que no hay que "enamorarse" de ningún jugador de fútbol. Ninguno. Sin excepción.
Sin exagerar, no hay sensación más horrible en la vida de un hombre que irse al descenso. Yo estuve presente esa misma tarde. Vi a San Lorenzo irse a la "B". Por eso, el símbolo de la epopeya de 1982 se convirtió en mi héroe. Jorge Rinaldi fue el responsable de gran parte del ascenso. La Chancha fue determinante para que San Lorenzo vuelva a jugar en primera. Era el pibe que viniendo de las inferiores del club, se convirtió en el ídolo de todos. Fue vendido a Europa y un par de años después volvió al país. Pero volvió a Boca. Era figura pero la 12 lo cuestionaba por no poner guita para bancarles el viaje al mundial 86. En medio de ese conflicto, nos toca ir a jugar al chiquero, perdemos 3 a 0, Rinaldi nos hizo un golazo y se lo gritó desaforadamente a los que lo bancaban. Años después volvió al club (se peleó con Miele y se retiró del futbol a los 29 años con nuestra camiseta) la gente lo "perdonó", hizo un par de goles, su nombre fue coreado algunas veces más, pero ya no era lo mismo. El verdadero amor se había terminado cuando se puso la camiseta de Boca.
Luego apareció Perazzo, goleador y símbolo de los Camboyanos. Otro pibe del club se convertía en el ídolo máximo, ese jugador que envidiaban los hinchas de los otros equipos. En aquel tiempo el trato con los jugadores era más directo: simplemente lo esperábamos en la puerta de la cancha a la salida de los partidos para demostrarle el afecto. No interesaban ni siquiera las fotos, a lo sumo un autógrafo, lo importante era hablar con el ídolo, que no se iba blindado en una 4x4 como hoy. Una tarde, en cancha de Ferro
le dije personalmente a Perazzo: "vos no vas a ser como tu amigo Rinaldi que se fue a Boca". Y Perazzo me dijo "No, ni en pedo, yo soy de San Lorenzo". Al poco tiempo, entra en conflicto con Miele, que le debía guita y para recuperar algo lo vende....a Boca.....
Una tarde en la Quema, entra Perazzo con esa camiseta mugrienta, la gente lo aplaude, nos hace un gol, no lo grita y pide disculpas. La tribuna (como muchos hoy en el caso Buffarini) se puso del lado del jugador. Le echaron la culpa a los dirigentes. Pero Perazzo nunca más volvió a jugar en San Lorenzo...
Y después vino Giunta. El tipo que trababa con la cabeza, que dejaba cada gota de sangre en el césped. El que cumplía la fantasía de todos los hinchas, que juramos que de jugar con la azulgrana en el pecho le comemos los tobillos a los rivales.
Giunta se los comía literalmente. Una tarde jugamos contra Platense, en Saavedra. Conseguí una platea de regalo y justo a mi lado se sentó Giunta, que estaba suspendido. Vi todo el partido con él. Y obviamente le dije:
"vos no vas a ser como tus amigos Rinaldi y Perazzo que se fueron a Boca". Y Giunta me respondió, terminante: "No, ni en pedo, yo soy de San Lorenzo!". Todos sabemos cómo terminó esa historia...(Igual, cuando nos tocó enfrentarlo, Giunta no fue puteado por la gente. La respuesta a su traición fue nuestra indiferencia)
Por eso, cuando Acosta se fue, no sentí nada, ya estaba curado de espanto. Igual el caso del Beto (y el de Sanfilippo) son diferentes, porque volvieron a retirarse en el club y lo hicieron con toda la gloria, ganando títulos y siendo "indultados" por la gente.
Un hipotético regreso de Buffarini ya es impensado. Más después de sus declaraciones incomprensibles. Los tiempos cambiaron y la sociedad también. La gran mayoría no le perdonará la traición como lo hizo en los casos que nombré. Los hinchas cambiaron aún más.
Pero lo que no cambiará nunca es ese gen traicionero de aquellos que argumentando su "profesionalismo" se cagan en el sentimiento del hincha. Muchos lo traen de nacimiento.
Por eso, nunca, pero nunca, hay que enamorarse de un jugador de fútbol...