Autor Tema: Carlos raposo, el falso jugador de futbol  (Leído 1350 veces)

Desconectado cuervito08

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https://www.clarin.com/viste/pelicula-carlos-raposo-mentiroso-grande-historia-futbol_0_E4HVBmll6.html


No era futbolista pero jugó de 9 en los principales equipos de Brasil. Pasó por el fútbol de Europa, Estados Unidos y México. Sólo disputó unos minutos en 15 años de carrera y embolsó fortunas....


ufffff de las q nos salvamos, seguro lo hubiéramos traído y nuestros partidarios nos lo hubieran vendido como el nuevos silas....
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Desconectado ApaLaPapa

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Desconectado cuervito08

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ahora la copio, pero yo la leí sin suscripción
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Desconectado simplemente_cuervo1

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q chupapitos los de clarin, suscripcion por una nota por dios

Desconectado Kjlometros

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Desconectado cuervito08

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no encuentro el icono de spoiler


Hay mentirosos que merecerían llevarse un premio. Como Carlos Henrique Raposo. Nació en Río de Janeiro en 1963 (habrá que creerle) y fue futbolista profesional por 20 años sin saber patear una pelota. Jugó con leyendas como Ricardo Rocha, Edmundo, Renato Gaúcho, Romario, Branco, Bebeto y Carlos Alberto Torres.

Por parecerse su cuerpo a una famosa botella de cerveza brasileña lo apodaron Kaiser, como la marca de la bebida, y con ese sobrenombre lo corearon hinchadas de Brasil, Estados Unidos, México y Francia.

Pero ¿como hizo este hombre, que no era jugador de fútbol, para triunfar como futbolista?. Y ¡sin jugar!. Aquí están las respuestas de cómo construyó su mito.

El muchacho, a los 23 años, era amigo de Mauricio, un ídolo del Botafogo. Mitad en broma y mitad en serio, Raposo le dijo al crack si le podía conseguir un contrato en el primer equipo. Nada de masajista o aguatero. Como jugador. A pesar de que sólo le pegaba a la pelota en los picados de playa.

Lo increíble es que el Botafogo lo contrata. Pero tenía que jugar, ¡y él no sabía jugar a la pelota!. Lo arregló fácil: "Iba a los entrenamientos y a los pocos minutos de ejercicios me tocaba el muslo o la pantorrilla y pedía ir a la enfermería. Durante 20 días estaba lesionado y en esa época no existía la resonancia magnética. Cuando los días pasaban, tenía un dentista amigo que me daba un certificado de que tenía algún problema físico. Y así pasaban los meses. En Botafogo creían tener en mí un crack, y era objeto de misterio", contó el propio Raposo

Pese no jugar ni un minuto con Botafogo, lo increíble es que al año siguiente lo compra el Flamengo donde tenía otro gran amigo: Renato Gaúcho. Y así lo recordó el que fue jugador de la Roma y la Selección brasileña: "El Kaiser era un enemigo del balón. En el entrenamiento le pedía a algún compañero que le pegara una patada y así se iba a la enfermería".

Lo risueño es que llegaba al entrenamiento con un enorme teléfono celular (en ese entonces muy pocos lo tenían), y nunca nadie se dio cuenta de que el de Raposo era de juguete. Con él, simulaba que hablaba con dirigentes de clubes europeos que querían ficharlo. Lo cierto es que completó el año en el Flamengo sin jugar un sólo minuto.

En aquella época la información no era tan accesible como hoy. No había webs donde leer sobre el futbolista, no había videos para ver sus supuestas cualidades.

A diferencia del 99% de los jugadores era muy amable con los periodistas y les daba notas y notas (y a veces dinero): "Tengo facilidad en hacer amistades. A muchos periodistas de mi época les caía bien, porque nunca traté mal a nadie". Algún regalo y alguna información interna, también ayudaban. Los cronistas creyeron en sus dichos y lo presentaban como un crack con mala suerte en cuanto a lesiones. Gracias a la buena prensa se fue a jugar a México

Arribó al Puebla. Seis meses de contrato, cero minuto de juego. De allí cruzó la frontera y arribó al incipiente fútbol de EE.UU. firmando para El Paso. Tampoco pisó el césped con los cortos en partido oficial: "Yo firmaba el contrato de riesgo, el más corto, normalmente de unos seis meses. Recibía las primas del contrato y me quedaba allí durante ese periodo, sin jugar".

Cansado de tanto tiempo en el extranjero, y con saudades, volvió a los pagos. Firmó por el América, y sacó otro as de la manga. Para no tener que entrenarse presentó un informe médico que un doctor amigo le realizó en el que se detallaba un problema mental que lo bloqueaba para jugar al fútbol.

​Pero el sueño de Raposo era tener su "experiencia" europea. Y firmó en el Ajaccio de Francia. Fue fichado por el club de Córcega que disputaba la segunda división gracias a que Fabio Barros, “Fabinho”, estaba allí y lo presentó a un directivo italiano con contactos con la mafia calabresa.

Le hicieron una presentación digna de Messi. Él la recuerda: "El estadio era pequeño, pero estaba lleno de hinchas. Creía que entraba y saludaba a los simpatizantes pero había infinidad de balones. Teníamos que entrenar. Se iban a dar cuenta de que era horrible. Empecé a agarrar pelota por pelota y se las pateaba a los hinchas mientras al mismo tiempo saludaba y besaba el escudo de la camiseta. Los aficionados enloquecieron. Los dirigentes se agarraban la cabeza porque los hinchas se llevaron de recuerdo todos los balones. Habré pateado unos cincuenta. No quedó ni uno".

Era tanto su cariño por el club que una vez jugó veinte minutos. En el primer pique hizo como si se hubiera desgarrado y pidió seguir por amor a la camiseta. Los hinchas deliraban por ese brasilero que no tocaba la pelota pero corría rengueando por amor al club. Y el presidente se había encariñado con él ya que Raposo no dejaba de enviar, cada viernes, un ramo de rosas a la mujer del mandamás

En 1989 retornó a Brasil y firmó para el Bangú. Allí estuvo a punto de iniciar verdaderamente su carrera.

Raposo hizo una jugada de márketing genial el día de su presentación. Le dio dinero a un chico alcanzapelotas del club para que trajera a sus amigos y familiares que vivían en una favela. En el primer entrenamiento aparecieron 30 personas en las tribunas que al ver ingresar al Káiser al campo de juego enloquecieron y comenzaron a corear su nombre. El dueño del club, Castor de Andrade se emocionó en su palco al creer que había traído una estrella de nivel mundial, porque un periodista amigo de Raposo, inventó en una nota que el jugador se consagró goleador de la segunda división francesa con el Ajaccio convirtiendo 40 goles en 30 partidos. Todo mentira.

El propietario del Bangú, Castor de Andrade, era un temido cabecilla de la mafia local. Disponía de una red de lotería ilegal que se vendía por las calles de Río, un negocio corrupto que le reportó mucho dinero y que blanqueaba haciendo fichajes para el Bangú. Llevaba una pistola siempre consigo y los jugadores le besaban la mano antes de salir al campo. Era temido y odiado a partes iguales. Nadie le discutía nada. En una ocasión, se presentó en un entrenamiento y fue a buscar un marcador de punta que se lesionaba seguido. Lo encontró sentado sobre el césped, sacó su pistola y le disparó junto al pie. Cuando el jugador se levantó asustado, Castor de Andrade dijo riéndose: "Ves, ya podés jugar".

Siguiendo con la historia de Raposo, a las cuatro de la mañana de un sábado, Moisés, entrenador del Bangú, localizó por fin al delantero después de buscarlo durante horas. El Káiser estaba en una famosa disco de Río de Janeiro llamada Calígula. El técnico fue clarito: "Kaiser, el jefe te quiere mañana en el equipo". El jugador recurrió a su frase de cabecera: "Míster, estoy lesionado".

Y Moisés le replicó: "No te preocupés, vas a estar en el banco".

Raposo llegó al hotel donde el equipo estaba concentrado, cuando los jugadores bajaban a desayunar. El Káiser recién había abandonado la discoteca.

Ese domingo Bangú jugada de local con el Curitiba por el campeonato brasileño. A los ocho minutos, los visitantes ganaban 2 - 0, y Castor de Andrade le exigió al técnico Moisés que pusiera al "crack" que todavía no tenía ni un minuto en campo. Raposo salió a precalentar y empezó a sudar, no por los ejercicios sino por el nerviosismo. Estaban a punto de descubrir que era una farsa.

Pero siempre tenía una carta para jugar. De repente se empezó a pelear con un hincha rival y alambre de por medio comenzaron a tirarse golpes. Se armó una gresca general y el árbitro expulsó a Raposo, que no pudo debutar

El técnico, furioso con él, llegó al vestuario en el entretiempo. Y Raposo le dijo al DT una frase memorable: "Dios me dio un padre y después me lo quitó. Ahora que Dios me ha dado un segundo padre, que es usted míster, no dejaré que ningún hincha lo insulte como lo hizo al que yo le pegué, que decía que usted era un traficante y un delincuente. Mire, me quedan quince días para terminar el contrato. Cuando lo termine, ya no me verá más".

El DT le dio un beso en la frente y pidió a la CD (y le fue concedido) que le renovaran al jugador el contrato por seis meses más.

Su carrera no terminó allí. Pasó por América, Vasco de Gama y Fluminense. En Vasco da Gama todavía lo idolatran por su trampa. Tras seis meses de lesiones continuas y ante los médicos desesperados que no encontraban solución, el club contrató los servicios de un curandero, Pai Santana. Debía hacer un ritual para sanar al jugador. Y Raposo no se detenía ni ante las fuerzas del más allá. Le dio el doble de dinero al curandero y el pai Santana les dijo a los dirigentes del club: "el jugador tiene unas condiciones increíbles, nunca Vasco tendrá a una estrella como él, pero algo del más allá lo lesiona a repetición".

Raposo seguía fichando en los clubes y nunca jugaba. Y explicó su nuevo truco para que los jugadores pidieran a los dirigentes que contrataran a Raposo: "Nos concentrábamos en un hotel. Yo llegaba un día antes, llevaba diez mujeres, y alquilaba habitaciones debajo del piso en que el equipo se hospedaría. De noche nadie huía de la concentración, lo único que teníamos que hacer era bajar las escaleras y divertirnos".

El defensor Ricardo Rocha (ex Selección de Brasil y Real Madrid) es otro de sus amigos, y dijo de él: "Es un gran amigo, una excelente persona. Pero no sabía jugar ni a las cartas. Nunca lo vi jugar un partido a las cuatro de la tarde en Maracaná. En una disputa a cuál es el mayor mentiroso, Pinocho perdería con Kaiser".

Luego de su etapa en Fluminense pasó por Guaraní y Palmeiras, club donde arrancó con una estratagema diabólica. En el primer entrenamiento buscó a un juvenil y le preguntó: "¿Cuánto ganás al mes?". Cuando el chico le contestó, Raposo le replicó: "Te doy el doble si me trabás violentamente y me lesionás". El juvenil no lo pensó dos veces y casi quiebra a Raposo. De allí en más vivió en la enfermería hasta terminar su contrato

Raposo no se arrepintió de sus quince años "de carrera": "No me arrepiento de nada. Los clubes engañan mucho a los futbolistas. Alguno tenía que vengarse de ellos".

Actualmente es "personal trainer" y su mayor mentira es haber inventado esta historia: "Yo fui campeón del Mundo en 1984. Jugaba para Independiente de Argentina. Estuve seis partidos en la institución. Jugamos la final en Tokio contra el Liverpool. La Intercontinental fue mi mayor título".

Independiente, aunque parezca increíble, ganó esa final. Pero el Rojo formó con: Goyén; Clausen, Villaverde, Trossero y Enrique; Giusti, Marangoni, Bochini y Burruchaga; Percudani (hizo el gol de la victoria) y Barberón. Ningún Raposo. Ni en el banco, ni en la delegación, ni siquiera en la hinchada.

Su historia no podía dejar de pasar por la pantalla grande. La película "¡Kaiser! The Greatest footballer never to play football" es un documental que repasa la inverosímil trayectoria de Carlos Henrique Raposo, el hombre que creó al falso nueve.

Los irlandeses Tom Markham y Rob Fulla contrataron al director británico Louis Myles, que filmó la película. El problema es que no podían creer nada de los que les decía Raposo: "En nuestro primer encuentro se pasó las dos primeras horas hablando con detalles sobre todos sus logros, tanto dentro como fuera del terreno de juego. Eran tan escandalosas las mentiras que el tipo se convertía en adorable", dijo el cineasta.

Pero de entrada les dijo una verdad: "Si el sexo fuera fútbol, yo sería Pelé". Para ese hombre nacido en Porto Alegre y criado en Rio por una familia adoptiva, el fútbol era eso, no "el jogo bonito", sino "sexo e mulheres".

Los anales de la FIFA dicen que pasó por 11 equipos durante 16 años. Cualquier otro futbolista en ese lapso hubiera jugado no menos de 600 partidos oficiales. Los registros de Raposo indican que entró 14 veces al campo de juego a jugar algunos minutos. Un récord para un estafador delicioso.

Raposo hubiera merecido ser convocado para un Mundial. Lo suyo fue de otro planeta.



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Rentería es la versión falopa del Gran Raposo. Glorioso, servirse de un sistema de mierda y meterle el ancho de bastos en el toor.
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El que mas se le acerca en clubes y lesiones es Viola.