El da pena.
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Clarin.com 24/08/16
El oficio de dar pena en el subte
Hay un tipo en el subte al que habría que hacerle un contrato de algo. De actor de comedia italiana, de víctima, de cretino exigente. Algo. Entra al vagón con la voz quebrada por un llanto que no se distingue si es inicio o final y arranca su cadena del desánimo: un golpe bajo tras otro. Nombra un hospital. Dice el número de cama. Explica los alcances de una enfermedad de película icónica onda Love Story o La fuerza del cariño.
Además tiene una tonadita del Interior. Habla como Leuco padre, y a Leuco padre lo escucha un porteño y le da las llaves de su casa. Lo cierto es que el quía, lejos de recibir una ayuda, percibe ingresos. Si desconfiar es confiar en que pueden engañarte, no llama la atención que lo sigan de un vagón a otro y lo graben con el celu para comprobar que la rutina apenas varía en dolor sin tregua, estado de shock y voz temblorosa.
El grupo de escépticos -todos pasajeros de hora pico- advierten que Fulano también es ciego y tiene Mal de Chagas. Lo interesante acá no sería su ensayo sobre la ceguera ni la enfermedad vintage, sino la tonada que ahora se apoya en una atractiva sonrisa Stevie Wonder.
Cuentan que lo han visto en las inmediaciones de El Rosedal, y que también sería rengo. Ya al borde de la leyenda urbana, los perseguidores dicen que a veces unifica miserias para dar en el blanco del morbo.
Las malas lenguas -todas, empezando por las de los Stones- aseguran que cuando los tormentos se juntan, lloramos y el quía no percibe ingresos: ahorra.
