Un ejemplo de lo mucho que queda por avanzar en materia de igualdad en todo sentido. El comportamiento del presidente de la RFEF ha sido chabacano, impresentable. No solo por el beso a la jugadora, sino porque durante la celebración en el palco de autoridades se agarró la entrepierna justo al lado de la reina Letizia. Un verdadero desastre que debió provocar su dimisión.
Y no dimite porque sabe que es la única manera de poder agarrarse al poder. Y porque en su puesto, tiene mucho poder. Tendrá alguna vez que explicar el Gobierno de España las razones de su apoyo, hasta que pasó lo que pasó, a este personaje que tiene varios procedimientos judiciales abiertos por diversos temas relacionados con la corrupción y el tráfico de influencias, durante tantos años. Por desgracia, y como suele suceder, ya se va tarde. La imagen del país por los suelos y el magnífico logro del equipo nacional, en segundo plano.
Por cierto, independientemente de lo que pase o no con el tema del beso, que eso tiene que decidirlo un tribunal, las leyes en España en esta materia son muy estrictas, así que ojo con eso.