Alguien sabia o recordaba esto? Pobre tipo.
"Hubiese preferido que me matara a mí, no a mis hijos"
El árbitro cuenta cómo rearmó su vida y otra familia luego de que su ex mujer los asesinara.
"Adentro de la cancha me dijeron ´por qué no te habrá matado a vos´. Y de la tribuna también."
"El domingo pasado, cuando fui a dirigir Argentinos-Huracán en la cancha de Español, pasé por la puerta del cementerio de Flores, donde están enterrados. No lloré pero... iba con los jueces de línea, ellos me hablaban de fútbol y yo tenía la cabeza en otro lado. No se dieron cuenta porque soy muy introvertido, no expreso mis sentimientos. No hablo, no lloro. Mi descarga, cuando la impotencia me supera, es pegarle piñas a las paredes. Pego una, pego dos, pego tres y sigo adelante" dice Roberto Ruscio, árbitro por vocación y boxeador por destino desde el 2 de diciembre de 1989.
Aquel día, Ruscio había levantado el teléfono tal como lo venía haciendo hacía diez meses, cuando había decidido recomenzar su vida. En febrero de ese año se había separado de su mujer y para salir adelante necesitaba, cada jornada, oír la voz de Laura (5) y Gabriel (2), sus dos hijos. Tenía 36 años, estaba a punto de ser ascendido a árbitro de Primera, y disfrutaba de unas mini vacaciones en Santa Teresita. Pero el llamado no le devolvió el "hola papá" al que estaba acostumbrado. Y no se lo devolvería nunca más: su ex mujer había asesinado a los nenes y luego, según las pericias forenses, intentado suicidarse.
"No lo podía creer. Era un dolor insoportable. Porque la vida está hecha para que los hijos nos entierren a nosotros. Y encima así. No sé todavía cómo salí o lo sé pero no puedo explicarlo. Uno siempre supone si a mí me pasa esto, me mato, pero llegado el caso, no sé cómo, uno sigue adelante".
-¿Nunca pensó en matarse? -Nunca. Yo sabía que ellos me miraban desde arriba y querían que siguiera adelante buscando ser feliz, y no que agarrara un revolver y me pegara un tiro en la primera esquina.
-¿Eso lo entendió en terapia? -No, yo salí sin ayuda profesional. Todos me decían andá acá, andá allá, pero si no había buscado un psicólogo para intentar salvar mi matrimonio, mi familia, ¿por qué iba a buscarlo para salvarme yo? Sé que suena extraño, pero es lo que sentí. Me dije andá para adelante y bancatelá. Y eso hice.
-¿Hacía cuánto estaba casado con su mujer? -Hasta la separación, once años.
-¿Y nunca imaginó que ella estaba tan mal de la cabeza? -Para nada. Si no, hubiese hecho algo. Yo sabía que estaba mal anímicamente, pero imaginarme eso... En su momento yo pensé "si no me hubiera separado...", te hacés replanteos de todo tipo, pero tenés que cortar con eso porque si no estás jodido. En algún momento tenía que dejar de culparme porque no era mi culpa. Yo había hecho lo que debía hacer en cada momento. Nuestra relación estaba desgastada y aunque ella no quería separarse, yo sabía que era lo mejor. Lo medité mucho, por los chicos, y lo decidí. Y aunque con ella quedamos en malos términos, con ellos estaba bárbaro, los veía todos los días, los llevaba al club. Estábamos bien, hasta ese día...
-¿Por qué cree que lo hizo? -Sólo ella sabe lo que le pasó por la cabeza. Se pueden hacer mil hipótesis y ninguna se entiende. Yo en aquel momento pensé que lo hacía para destruirme, lo que me dio más fuerza para seguir adelante. Pero honestamente, no sé porqué lo hizo.
-¿Y no le interesa saberlo? -No. A veces es mejor no saber.
El primer año del resto de su vida, Ruscio vivió en la casa paterna. Al mismo tiempo, comenzó una relación con Patricia García, compañera suya en la Caja de Ahorro y Seguro, separada y con tres hijas (Karina, Lorena y Romina, de 15, 14 y 12 años). Doce meses después, trataba de formar una nueva familia.
"Patricia fue muy importante para mí. Porque me brindó todo un mundo de amor desde el cual buscar ser feliz. Si salí, también fue por todo lo que ella me dio".
-¿Usted quiso recuperar a sus hijos en las hijas de ella? -No, para nada. Tenía muy claro que Laura y Gabriel ya no estaban y que eran irremplazables. Además, la nueva convivencia fue conflictiva. Yo tenía que entender que no era el padre de ellas y que si me ponían distancia no significaba que no me quisieran. Yo estaba acostumbrado a que mis hijos me coman a besos y ellas al principio me rechazaban. Fue duro. Pero si ahora les preguntás quién soy yo, dicen papá. ¿Entendés? No es lo mismo, pero dicen papá.
A Ruscio hay alguien que le dice papá y no sólo por afecto, sino por lazos sanguíneos. Hace tres años tuvo otro hijo, Nicolás. "Fue gracias a ella. Porque yo no quería tenerlo. Tenía miedo de que le pasara algo y ya no tengo capacidad para seguir soportando sufrimiento. Mi grado de resistencia hacia la adversidad está saturado. Pero ella insistió y se lo agradezco, porque me permite de alguna manera aprobar mi asignatura pendiente de criar un hijo, de verlo crecer feliz y de buscar mi propia felicidad aún cuando sé que nunca la encontraré plenamente. Porque aquella herida no sana más. A mí algo se me modificó para siempre. Por eso, aunque mi grado de felicidad jamás será diez, él me ayuda a llegar al máximo nivel posible.
-¿Lo sobreprotege? -Lucho contra eso todo el tiempo. Apenas tiene un resfrío ya estoy ahí, haciéndome cargo, porque tengo miedo. Por mí y por él. Pero peleo para no pasarme de la raya, para no hacerlo débil.
-¿Alguna vez lo llama Gabriel? -Al principio me confundía. Ya no.
-¿Y no tiene miedo de que le pase lo mismo con los recuerdos de sus hijos, que con el tiempo se vayan borroneando y Nico los reemplace totalmente? -Eso es imposible. Por más tiempo que pueda pasar, sus caras y ciertos momentos no te los olvidás más. Gaby una vez tuvo que hacerse un análisis de sangre y lloró como loco. Ahora, cada vez que voy a un hospital y veo a un nene que entra, me veo entrando con él. Voy a tener 70 años y me seguirá pasando lo mismo. No necesito ir al cementerio o a una juguetería para acordarme de ellos. Los tengo presentes todo el tiempo.
-¿Tampoco compara las cosas que Nico hace con las que hacía Gaby? -No. Soy muy analítico y tengo mucho control sobre mis sentimientos. Esa es mi mayor virtud, y la que me permitió no reaccionar en la cancha cada vez que intentaron sacarme de quicio con el tema.
-¿Le sacaron el tema?! -Sí, y no me sorprendió. Yo sabía que iba a pasar. Mis amigos me decían "pero Roberto, quiénes van a ser tan hijos de puta". Y yo les dije: va a pasar. Y pasó. Y eso que cualquier cosa que pudiera suceder en un campo de juego es insignificante al lado de lo que me ocurrió. Pero bueno, tuve que hacer oídos sordos porque si reaccionaba se terminaba mi carrera.
-¿Quiénes fueron? -Adentro de la cancha, un paraguayo llamado Fariña que jugaba en Colón y el técnico Norberto DAngelo. Y desde las tribunas, siempre alguno me grita "por qué no te habrá matado a vos y no a tus hijos".
-¿Y no hubiese preferido que fuera así? -Sí, siempre me digo por qué no me habrá matado a mí en vez de a ellos. Si el que le complicó la vida fui yo, qué culpa tenían mis nenes. ¿Por qué con ellos? No sé.
-Su mujer está libre, ¿no? -Sí. Hubo un juicio, la internaron en un neuropsiquiátrico y salió hace un tiempo.
-¿No tiene miedo? -¿De que me pase algo? No.
-¿Y de su propia reacción si se la cruza en la calle? -Tampoco. Si quisiera matarla, ya la hubiera ido a buscar. Yo, entre todas las opciones que tenía, elegí la de la vida.
Nota del diario Ole 18/04/99