La idolatría es una cuestión del hincha. Implica una profunda identificación con un otro, el ídolo, cuyos pedos huelen a rosas. El que está en esa posición es, para quien lo idolatra, un ser perfecto, es quien queremos ser, justamente nuestro ideal. Todo lo que dice y hace endulza nuestros oídos alumbra nuestros ojos.
Justamente es en la niñez y en la adolescencia cuando construimos los ídolos, necesitamos identificarnos y, por lo tanto, también diferenciarnos. Tal vez en ese proceso de identificación y diferenciación puede pensarse nuestra peculiar relación con bosta.
Los cuervos, en general, nos pensamos como la antítesis de bosta, pero tal vez seamos dos caras de la MISMA moneda. Por ejemplo compartimos el hecho de ser los dos grandes con mayor identificación barrial. Nos une una profunda relación de parentesco. Nacimos un 1 y 2 de abril respectivamente.