Poco después del Mundial, pidió una visa para emigrar al Oeste. Tres años después, se la otorgaron. Pero la STASI había elegido el momento con cuidado: la madre de Helmut estaba muriendo. “Les rogué que me dejaran quedar un par de días más. Un médico me dijo que a mi mamá le quedaban apenas unas horas de vida”. “Unas horas, sí, sabemos. O se va hoy o no se va nunca”, fue la dura respuesta que recibió de la policía secreta.Decidió irse. Cinco días después, su madre falleció. No lo dejaron regresar ni siquiera para su funeral.
El muro cayó meses después de que Helmut dejara su casa. El primer partido de Hertha con el territorio nuevamente unificado fue el 9 de noviembre de 1989. Era un duelo de segunda división y hubo 59 mil personas en la cancha. Todos los desterrados del Este habían vuelto al mismo tiempo. Kolpfleisch fue uno de esos peregrinos, pero se desilusionó. “Cuando vivía en el Este pensaba que era un gran equipo”.
La última traición de su club fue invitar a todos los ex líderes comunistas y los jefes de la STASI al segundo partido tras la caída del muro. Al enterarse, Kolpfleisch se dio de baja como socio del club. Sin embargo, siguió yendo a ver a su equipo. ¿Por qué? “Para mí siempre va a ser el único club de Berlín. Hay algunos que juegan mejor. Pero no son el Hertha”.