Me genera sentimientos de esperanza e incertidumbre este cambio sorpresivo, que ojalá sea para bien.
Me gustaría decir que este proceso es fruto de la aplicación de la propia Constitución, con lo que las vertientes políticas que califican España como una dictadura, o a la Constitución como inservible deberían hacérselo mirar. En menos de una semana, un tribunal independiente y colegiado ha condenado al partido de gobierno por corrupción (si bien es cierto que no penalmente), y el Congreso, símbolo de la soberanía popular, le ha destituido. ¿Vaya dictadura, verdad amigos?
Espero que el nuevo gobierno socialista tenga tiempo suficiente para derogar las restrictivas leyes de seguridad públicas aprobadas por los conservadores, los impuestos a las energías renovables, recuperen la sanidad universal blindada por ley, deroguen a su vez la reforma del mercado laboral... Lamentablemente, aunque se cumplan las expectativas, hay que tener los pies en el suelo y reconocer que a día de hoy, el electorado español prefiere a los dos partidos conservadores mayoritarios, y eso hay que tenerlo en cuenta para el futuro. Me tranquiliza y me gusta mucho que la Unión Europea haya apoyado públicamente al nuevo presidente, que espero actúe con lógica y sentido común en defensa de los intereses del país, y sea firme en caso de que el desafío ilegal e ilegítimo en Cataluña se reproduzca.
Mucha suerte a Pedro Sánchez.