No se den a engaño. Lo celebrado ayer en Cataluña no es un referéndum. Se votó sin control alguno, sin Junta Electoral, sin fiscales de mesa de todas las opciones políticas, con urnas opacas que llegaban a los centros de votación repletas de papeletas.
Los datos lo delatan: esta misma mañana el gobierno catalán afirma haber escrutado el 100,88% de los votos... En un pequeño pueblo con un censo electoral de 500 personas, ejercieron su derecho al voto cerca de 1.000. Una verdadera estafa.
No se den a engaño, Cataluña es una región rica, próspera (en tiempos del franquismo también lo era), objeto de inversiones millonarias por parte del estado español que tiene una presencia fortísima dentro del territorio catalán. Hace un tiempo esta región dejó de ser la que más aportaba al estado en su conjunto con respecto a la riqueza, ahora es superada por Madrid. Al contrario, la deuda del gobierno catalán con respecto al estado es de más de 52.000 millones de euros. En los últimos años, los pagos a proveedores del gobierno autónomo y parte de las nóminas a sus trabajadores se pagan gracias a un fondo común creado por el estado español del que el gobierno catalán se llevó el 33% en el último reparto por culpa de riesgo inminente de quiebra. Tras décadas de gobierno nacionalista, echar la culpa al estado de esa situación es tan poco creíble como patético.
No se den a engaño, según datos del propio gobierno catalán ayer solo el 38% del censo electoral catalán (repito, datos obtenidos sin control judicial) apoyó la independencia. En el actual Parlament, las fuerzas nacionalistas separatistas no son mayoría del voto popular (solo tienen el 47%). Casi el 60% de los catalanes llamados a votar ayer en esta pantomima se quedaron en casa.
No se den a engaño. Este referéndum está suspendido por el Tribunal Constitucional español, las leyes autonómicas que lo aprobaron también están suspendidas. Dichas leyes cuentan con informes absolutamente desfavorables de los letrados del propio Parlament catalán y del Secretario, máxima autoridad jurídica de la institución, que se negó a publicarlas en el Boletín Oficial de Catalunya.
No se den a engaño. El independentismo es una ideología respetable, y más en un estado democrático, pero basa su ideario en la identificación y minusvaloración del que es diferente. Pretende convertir en extranjeros a la mayoría de la población catalana en su propia tierra, un ejercicio máximo de totalitarismo fascista y xenofobia.
No se den a engaño. El gobierno popular ha actuado con suma torpeza mandando policías a un avispero, las imágenes de violencia son condenables al 100% y suponen la derrota propagandística de Rajoy, pero no olvidemos que estamos hablando de un mandato judicial, emanado de un poder del estado y del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya. Que los árboles no nos dejen ver el bosque.
No se den a engaño. Quienes claman por el fin de eso que despectivamente llaman "régimen del 78", no quieren más democracia. Quieren "su" propio modelo de democracia y de estado, al no tener la mayoría del voto popular para hacer sus cambios desde vías democráticas e institucionales, pretenden ganar la batalla de la calle. Un medio que puede ser útil a corto plazo, pero nefasto para el futuro de una sociedad en convivencia pacífica.
Como ciudadano andaluz y español también quiero tener el derecho a decidir el modelo de estado que quiero para mi país, y el encaje que deseo para Andalucía en dicho modelo. Siempre en pie de igualdad, sin discriminaciones entre regiones y ciudadanos que formamos parte del mismo estado, y de la misma nación. Yo quiero votar un cambio constitucional que permita, o no, el derecho a decidir de ciertas nacionalidades históricas de España (Catalunya, Euskadi, Galicia, Andalucía, Aragón, Navarra, Valencia, Islas Canarias), pero no estoy dispuesto a apoyar, de ninguna de las maneras, que el voto ilegal, ilegítimo, oscuro y antidemocrático de poco más de 2 millones de personas, en una región que tiene casi 8 millones, en un estado de 47 millones, sirva para derogar de facto una Constitución que costó muchísimo aprobar y desarrollar, y un sistema legal que es de los más avanzados del mundo. Me niego, por mucho que no me guste el gobierno conservador de mi país, y a riesgo de ser tildado de "ultra" y cosas peores por los demagogos profesionales que quieren pescar en río revuelto con el objetivo de gobernar un estado aunque sea a trozos y sin tener en cuenta la voluntad legítima del 60% de la población catalana que ayer dijo "NO" a la independencia.