Nadie nunca podrá saber lo distinta que sería -hasta hoy y de acá para adelante- la historia del fútbol si Vilanova no hubiese tenido cáncer, si no hubiese tenido que abandonar la dirección técnica del mejor equipo del mundo justo en el momento en que su trono estaba tambaleando seriamente por primera vez desde la coronación (como suele pasar el retador llegaba desde Alemania), si Messi hubiera tenido más tiempo jugando bajo las órdenes del técnico que mejor lo conocía, tanto que había sido uno de sus principales mentores. Qué distinto podría llegar a ser el mundial que se viene en poco más de un mes, por no hablar de esta Champions o las siguientes, o la confirmación de Simeone como "pez gordo", o... bueno, cosas lógicamente alteradas cuando el conductor de la fuerza más poderosa del mundo, más allá de sus propias capacidades -claramente Guardiola es mucho más capaz, por nombrar uno- en cualquier ámbito se ve obligado a dar un paso al costado. Y si bien algunos dirán que tras perder esa semifinal vs Bayern no le quedaba mucho crédito, y que podría haber sido echado de todas maneras entonces o al poco tiempo... bueno, como decía, nunca lo sabremos. Sólo sabemos lo que pasó, que en este caso está -y es la excepción más que la regla en el fútbol- más que claro, está biológicamente claro.