Hoy quiero hablar de nuestros muertos. De nuestros queridos muertos, de nuestros hermanos que dejaron sus huesos en Malvinas, y en la soledad y las profundidades del atlántico sur. No les voy a contar como murieron, mejor les digo como vivieron. Con la fuerza el arrojo y la inocencia de un joven de de 18, 19,20 años, con la alegría y la pureza a flor de piel, con la ignorancia de la maldad, con la imprudencia de la juventud, con la certeza de la inmortalidad, con un montón de sueños por concretar. Con la esperanza de amar, con la rebeldía natural del joven que forja al hombre, con el día a día sin importar el ayer ni el maña, con el ideal que hierve la sangre ante la injusticia, con la razón sin importar el consejo, con la risa fácil asta en el peor momento, con la juventud pura sin contaminantes ni conservante ni pecados reprochables
Hoy quiero hacerles el verdadero homenaje y reconocerles lo que nunca le reconocieron, quiero gritar la verdad a los cuatro vientos, le guste a quien le guste, le moleste a quien le moleste. Este último 24 no escuche a nadie, ni de derecha ni de izquierda, oficialistas ni de la oposición, decir una sola palabra de nuestros hermanos, de nuestros queridos muertos. Señoras señores, la libertad que hoy gozamos, la democracia que hoy disfrutamos, los derechos que hoy defendemos, se gesto, se cultivo, creció y dio sus frutos, regada con la sangre derramada, por estos jóvenes, en la guerra de Malvinas y aunque hoy muchos, se hayan arrogado esas conquistas y se hagan los distraídos, en su interior, saben quiénes fueron, los que devolvieron, la democracia a la argentina.
Por eso va mi agradecimiento, a esos jóvenes hombres y mi más sentido homenaje, a quienes entregaron sus vidas por todos nosotros.