Los vi parado, con las manos en la boca, lágrimas en los ojos, y el corazón que se me salía del cuerpo. Festejé cada penal nuestro y cada atajada de Torrico con el alma, como si fuese la final. Cuando entró la de Buffa me arrodille contra la pared, y empecé a llorar. Y esto es sólo octavos. Por mi salud, no sé si quiero que la ganemos...