Qué grande, qué ENORME le queda el partido a Teófilo Gutiérrez. Así uno se da cuenta de que acá, con el caballo del comisario, juega absolutamente cualquiera y encima se cree un grande. Esos son, y está demostrado, los que más duro caen cuando A) viajan a Europa y se enfrentan con la créme de la créme en más o menos igualdad de condiciones, B) juegan contra selecciones realmente grandes y llenas de figuras a las que los referís no pueden perjudicar o C) caen en desgracia y se tienen que bajar del caballo del comisario para jugar en un equipo chico de los no favorecidos (o sea que no sea ni Lanús ni Vélez ni el ocasional señalado de la AFA por semestre para ganar el campeonato local, como en su momento fueron Newell's con Gallego o Banfield con Falcioni, por citar un par de ejemplos entre tantos otros). Así se nota como se pierden y descorazonan al darse cuenta que no cuentan con las ayuditas que significan su destaque: se ignoran sus faltas en ataque constantes, su mala leche (por lo menos un codazo por partido, en Racing a veces a Gutiérrez lo rajaban -pero contra River o Boca nomás, ¿justito no?-) y se castiga duramente cualquier infracción contra él, aunque ni siquiera sea falta, además de permitírsele tirarse en cada pelota que le llegue adentro del área impunemente (sabe que lo peor que le puede pasar es que no le cobren el penal, es decir, no tiene nada que perder y se tira y se tira hasta que el referí se anime a cobrarle el penal, o si están muy desesperados la falta cerca del área, lo mismo que hacía Palermo y después Palacio en el Boca del pacto Macri-Clarín-AFA).