La sensación en el pecho que me agarra solamente leyendo el nombre de Buffarini responde la consigna. Jamás voy a olvidar cómo levantó en el 2012 a un equipo que se iba derechito a la B sin pelearla, me devolvió la esperanza, me hizo creer que se podía...y cada vez que se tiraba a trabar una pelota sentía que yo me tiraba con él. Vino cuando el club se prendía fuego y se fue con títulos y devenido en uno de los mejores laterales del continente. En el medio quedó el camino que transitamos juntos en el que tanto el club como Julio Alberto fueron creciendo hasta conquistar América. De la promoción con Instituto a una final contra el Real Madrid.
Gracias eternas León.