Si les da paja entrar al link, aunque se pierden las bellas fotos (?)
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Corría el verano del 2002. Después del estallido social del 19 y 20 de diciembre del 2001, del toque de queda y de los 5 presidentes en una semana, hubo un verano. En ese verano se terminó jugando la final de la Copa Mercosur 2001 (esas delicias sudamericanas que en Europa no se consiguen, jugar la final en 2002 de un torneo del 2001) con un gran ausente en mi equipo: el goleador de esa copa, Bernardo Romeo. San Lorenzo terminó ganando esa copa sin su número nueve, que se había marchado rumbo a Hamburgo. Romeo, un petiso que te cabeceaba todo lo que pasaba cerca (y muchos de esos cabezazos terminaban en gol) firmó con el Hamburger SV y tuvo un gesto de grandeza que no pasó desapercibido entre los hinchas de San Lorenzo: pudiendo irse libre en junio, quedarse con el pase en su poder y no dejarle un peso al club decidió que la plata de la transferencia (unos 5 millones de dólares Remes Lenicoff) iría a parar a CASLA.
A partir de la venta de uno de mis jugadores preferidos, empecé a meterme en la vieja web de DFB.DE para ver los resultados del Hamburgo y ver si había hecho algún gol. En aquella época la mayor parte de la población que tenía Internet todavía tenía Dial-Up, el boom de la banda ancha vendría un poco más adelante. En ese contexto, cada minuto conectado valía plata, entonces uno trataba de agilizar el tiempo que pasaba conectado, mientras sufría de impaciencia al ver cómo las fotos iban cargándose en cámara lenta. En esas webs viejas, en un mundo tan .html, me enamoré del escudo para el que marcaba los goles ahora Romeo. Un escudo geométrico muy minimalista: un rombo en azul, negro y blanco sin ninguna inscripción que me llamó mucho la atención. De repente ya no solo festejaba los goles de Berni sino también los del Hamburgo.
Paradójicamente, con la explosión de una Internet mucho más disponible para todos, abandoné al Hamburgo incluso antes de que lo hiciera Bernardo. No sé bien cómo pasó, pero no le di más bola. Honestamente, hasta me olvidé que existía. Entre el 2004 y el 2013, el Hamburgo desapareció de mi vida. Hasta que, de nuevo gracias a la tecnología, lo redescubrí. Boludeando en el FIFA13, en la Play, deambulaba entre los escuditos y las camisetas para elegir con qué equipo jugar. Y de repente ahí estaba, el rombo ese, tan lindo. Empecé a jugar con el HSV y de inmediato retomé el fanatismo. De lo virtual a lo real: cuando gritás muchos goles con una camiseta te terminás enamorando. Y yo, como buen picapiedras, me cansé de desbordar con Beister e Ilicevic para que cabeceara Rudnevs, a falta de Romeo.
Para el 2013 todavía no estaban limitadas las importaciones a baja escala. Cualquiera pedía una boludez en China y llegaba a las dos semanas. Así tuve mi primera camiseta del HSV. La amé en cuanto la tuve y es al día de hoy una de mis camisetas preferidas. Mi primera temporada como HSVer fue bastante mala: la campaña de esa temporada 2013/2014 fue bastante pobre y el Hamburgo terminó jugando la promoción, que por suerte pasó sin mucho sobresaltos. La verdaderamente dramática fue la temporada siguiente. El Hamburgo de la 2014/2015 evitó el descenso directo de milagro en la última fecha. Empató el partido de ida 1 a 1 en casa (el mítico Volksparkstadion) y definía de visitante frente al Karlsruher. A pesar de que el 0 a 0 favorecía al equipo de 2da, al ‘78 el local prácticamente se aseguró el ascenso. Un mazazo que parecía inevitable después de dos temporadas nefastas. Cuando el partido se moría, una mano infantil le dio una última vida al Hamburgo. La figura del equipo, el holandés Rafa Van der Vaart, se predispuso a ejecutar el tiro libre cuando el chileno Marcelo Díaz (quien nunca había convertido para el Hamburgo) le esgrimió la ahora famosa frase: “Tomorrow, my friend, tomorrow”. Así pateó el Chelo Díaz ese tiro libre:
El Hamburgo es el único equipo que disputó todas las ediciones de la Bundesliga, creada en 1963, y gracias a ese récord se ganó uno de sus motes: el Dinosaurio. Lo más icónico de ese récord es el “Bundesliga Uhr”, un reloj digital ubicado en el estadio que cronometra los años, meses, días, horas, minutos y segundos de convivencia entre el Hamburgo y la Bundesliga. Esa noche, el Chelo permitió que el reloj siguiera corriendo y esa misma tarde argentina del 1º de junio de 2015, extasiado con la salvación, yo escribí mi primer mail:
Me contestaron a los dos días y yo tardé 15 meses en reactivar ese ímpetu inicial, esta vez empujado por algo más concreto: viajaría a Europa y una de mis paradas obligadas iba a ser Hamburgo. Así que en septiembre del año pasado mandé los formularios que había que mandar y a vuelta de correo recibí un banderín oficial y el status de Fan Club oficial del HSV. Lo que pasó a partir de ahí es un delirio hermoso. Me pareció un lindo homenaje bautizar al Fan Club con el nombre de quien me dio el empujón inicial: Berni Romeo. Me pude poner en contacto con él. Me hicieron una nota del principal diario de Hamburgo y una pequeña mención en el Olé.
Los meses siguientes fueron una larga espera acompañada por otra campaña desastrosa: de los primeros 12 partidos se empataron 4 y se perdieron 8. El equipo se había reforzado bien pero de nuevo tocaba sufrir. Y yo sentía que iba a conocer la ciudad, el estadio, el equipo en una temporada que acabaría en descenso seguro. Para fin de año la cosa empezó a repuntar pero cuando el equipo se estaba consolidando llegó el parate de invierno. La reanudación vino, claro, con dos derrotas. Mi llegada a Hamburgo fue en ese marco.
A pesar de la delicada situación deportiva, la gente del club me abrió las puertas del estadio. Literalmente, me hicieron una recorrida exclusiva para mí, pude disfrutar de las instalaciones (in-cre-í-bles) y hasta almorzar en un buffet con vista al campo de juego. Me crucé con el técnico y un par de jugadores. No tengo palabras para agradecer lo que Andy y Joachin (del sector de atención a fan clubs) hicieron por mí durante esos dos días. Hasta me regalaron la camiseta que ilustra esta nota. Lo único que pidieron a cambio es que yo fuera un amuleto para el equipo. Y funcionó.
Esa noche llegué al estadio junto al periodista que me hizo la nota que linkeé más arriba. Empecé a sentir la atmósfera del estadio en ese trayecto, mientras atravesaba el “Parque del Pueblo” que da el nombre al estadio. Hamburgo es una ciudad hermosa sobre la que espero alguna vez explayarme, no será aquí. Pero no puedo dejar de decir que mi amor por el club y por la ciudad van ahora de la mano. Esa noche hacía 3º de temperatura, que sobrellevé gracias a la hospitalidad de Andy, que regó el partido con salchichas alemanas y cerveza tirada. En un partido friccionado, con mucha tensión y poco fútbol, el carismático Papadoupulos cabeceó al gol para mi delirio y el de los otros 45.000 espectadores.
Esa noche, en la sala de prensa todas las personas del club que habían celebrado mi presencia en Hamburgo me abrazaron y me agradecieron. La buena suerte llegó hasta el día de hoy: desde mi visita el Hamburgo ganó 3 partidos y empató el restante. Escribo estas líneas antes del partido del sábado que viene frente al poderoso Bayern Munich, aunque nunca se sabe, ¿no? Esa noche cuando nos despedimos, Kai (el periodista del Hamburger Abendblatt) me dijo: “Mañana comprá el diario”. Cuando lo vi, a la mañana siguiente, no entendía nada, pero no solo porque estaba en alemán: no aparecía una nota de color sobre el argentino loco que se había ido a ver al Hamburgo; había escrito la crónica del partido desde el punto de vista de mi presencia allá.
Después de tanto tiempo, sé que esta vez no voy a esperar tantos años en volver. Y espero que el reloj siga corriendo todo el tiempo que haga falta.
PS: Link a la nota de la revista oficial del club, de Febrero 2017.
Tema: Hamburger SV - OFC Bernardo Romeo (Leído 1681 veces)
